Alerta 5. Susto y Seguridad

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Rafael Fenoy Rico | Secretario de Comunicación Educación de la Confederación General del Trabajo (CGT)

Nada como tener al personal asustado para ejercer el control que se desee. En la antigüedad Madre Natura era la invocada para conformar la voluntad de todo el clan en la dirección de quien ostentaba el poder. Poder de fuerza, de astucia o mágico. Poco a poco se fue organizando en poder político y esotérico-religioso. Siglos para que la magia y el esoterismo se dividirán claramente dejando paso a la religión y siglos más tarde a la ciencia. Pero siempre han metido miedo en el cuerpo del personal para que de esta forma fueran más sumisos si cabía.

Además de los daños que pudiera ocasionar natura, estaban los que pudieran provocar los enemigos. Que casi siempre coincidía con el extranjero, el bárbaro, que eso significa, desde que los griegos denominaran con esta palabra a los extranjeros, porque al hablar en lengua desconocida sonaba a bar, bar… y de hecho la Real Academia de la Lengua utiliza el término barbarismo para designar a palabras no aceptadas por ella, palabras extrañas.

Desde milenios el mal genera miedo y todo aquello asociado con este produce cuando menos respeto. Por ello el poder en sus diversas formas ha definido en cada época que aspectos de la vida social están asociados al mal para producir un mecanismo endiabladamente sutil de control. Si genero alarma en la población, ésta se arremolinará en torno a aquello que piense produce seguridad. Producir o alentar el pánico, el terror, el recelo, sobre cualquier cosa genera una respuesta de búsqueda de la seguridad.

Los Estados llegaron a consolidarse como tales merced a la necesidad de seguridad de quienes los conformaron, aunque tuvieran que ofrecer en sacrificio su libertad. El recurso a crear primero el recelo, para inocular la desconfianza, que lleva a la aprensión, el espanto y, por fin a la fobia, ha dado a los poderosos pingües beneficios ya que han mangoneado a la población a su antojo. De libro puede calificarse la macabra maniobra desarrollada por los Nazis en torno a comunistas, gitanos, agitadores, judíos…. Marcándolos para el exterminio. El miedo de la población acabó con la entrega del poder en sus manos y el miedo a ser “marcados”, clasificados, como uno de ellos, el canguelo a ser exterminados permitió el horror consentido, cuando no justificado, por mentes sencillas que acojonadas lo único que desean en sobrevivir cobardemente. Pocas personas se dieron cuenta al comienzo de que asistían a la fiesta del horror. Pocas personas llegan a percibir el inmenso peligro de asustarse del miedo. Una población acobardada asume como bueno, como necesario sacrificios inimaginables. La diosa seguridad se yergue entonces como el eje de la vida ciudadana y asumimos sin mayores precauciones que por seguridad se dilapida la libertad, la dignidad, la humanidad al fin y al cabo. Nos quieren asustados y siempre han buscado la forma de turbar el ánimo de las gentes, creando aprensión frente al emigrante, al musulmán, al diferente, a la crisis económica, al cambio político, a lo laico… con un discurso desasosegante en el que el poder aparece como el garante de la seguridad. ¡Alerta 5!, aparecen arcos detectores de metales por doquier, tienen las personas que casi desnudarse para embarcar, eso sí sólo en el avión, por aquello del costo material que tienen y las compañías aseguradoras imponen. Y ¡claro está!, para estar seguros, mejor dejarse llevar dócilmente por “la seguridad”.

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