Contra la violencia machista

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Todos tenemos o hemos tenido madres. Muchos tienen hermanas. Hay tantas esposas como esposos. Y somos millones los que tenemos hijas. Con esto sería suficiente como para que la violencia machista no existiera. Porque nadie, excepto los monstruos, quiere nada malo para su madre, hermana, esposa o hija.

No hay excusa, no hay razón y no hay derecho a que esto sea un mal de todas las sociedades del mundo.

Y, además, esta dicho una y mil veces. No se puede consentir que nadie maltrate a una mujer y no se puede soportar que mueran asesinadas miles de mujeres a manos de sus parejas o de sus ex parejas.
Por mucho que insistan algunos de esos en que la violencia es una invención de las feministas, lo cierto y verdad, es que ahora mismo, en este mismo instante, algún monstruo está humillando a una mujer, o la está abofeteando a ella y a sus hijos, o está asesinando a alguien que no es de su propiedad, aunque él se lo crea.

La clave para acabar con esto está en la educación. En la que se recibe en casa y en las escuelas. Y el secreto está en no dejarse arrastrar hacia el humor o hacia el lenguaje sexista y banalizar el daño a las mujeres.
Nada de bromas, nada de mirar hacia otro lado, nada de consentir. La violencia de género consentida tiene más de un culpable, no perdamos esto de vista.

La vida y la dignidad de las personas son totalmente sagradas. Nadie puede acabar con ellas sin que sepa que se va a enfrentar a una sociedad entera que le colocará donde diga la Ley.

La mujer es sagrada, porque es nuestra madre, nuestra hermana, nuestra esposa o nuestra hija o nuestra amiga o vecina. Y decir algo más sobre esto es repetir lo que ya se ha dicho millones de veces.

Y no nos puede bastar con concentraciones de cinco minutos de silencio o manifestaciones en este Día Internacional contra la Violencia Machista, sino que tiene que conllevar también la implicación de todos, y cuando digo todos es todos, desde el vecino que escucha hasta el amigo que observa comportamientos. Desde la ayuda institucional hasta la mayor dureza de la Ley. No se puede volver la cara porque esto es un problema de todos ya que las concentraciones acaban y hasta otra. Y esto es impresentable para una sociedad actual que, de alguna manera, lo está consintiendo.

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