Cuidado con el humilde chicle


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Rafael Fenoy Rico | Secretario de Comunicación Educación de la Confederación General del Trabajo (CGT)

Causa admiración como determinados productos que se consumen de manera cotidiana pueden tener un precio tan desorbitado. Un ejemplo el humilde chicle que por su pequeño valor y la asidua clientela, sobre todo en la infancia y juventud, se consume en grandes cantidades. En la mayoría de los supermercados se encuentran en abundancia en los expositores cercanos a las líneas de caja, de forma que se estimula con ello la compra compulsiva de última hora. Parece barato y casi se lo lleva uno “puesto”. Sin embargo cuando adquirimos este pequeño producto, estamos haciendo una compra tremendamente cara. Ejemplos chicles fresa Zephyr en embase de 31 gramos, su precio 1,72 euros. Un precio pequeño, para el bolsillo de casi todo el mundo, sin embargo el kilo de este producto es muy superior al de casi todos los del establecimiento comercial, nada más y nada menos que 55,48 euros el kilo. Una buena parte de las marcas de chicles se encuentran entre los 33 y 45 euros, que no es “moco de pavo”, llegando en determinados casos, como el chicle SA Eucalipt Orbit pack 4 x 14 gramos, a la friolera de 135 euros el kilo, aunque el pequeño estuche valga 1,89 euros.

Puesto en claro el excesivo valor de esta “chuchería” es conveniente establecer la relación del precio final con su coste de producción. Los ingredientes más comunes son: base de goma, que es el elemento que le dará la cualidad de masticable al chicle; los aromatizantes y colorantes químicos que le aportarán sabor y color , un producto para añadirle dulzor que puede ser desde polvo de caña de azúcar a edulcorantes como el Aspartano E-951, Acesulfamo K, Maltilol, etc; además se le añaden suavizantes, como glicerina y otros productos de aceites vegetales, que hacen que el chicle se comporte en la boca de forma suave y flexible, reteniendo la humedad adecuada; y finalmente, se le agrega un conservador. Hace tiempo, desde los años 50, ya no se utiliza la goma de origen precolombino denominada tzictli una savia gomosa, un poco dura, aromática y de sabor ligeramente dulce que se obtiene del árbol Manikara zapota, conocido como chicozapote, originario de México. Fue sustituida por un acetato polivinílico como base gomosa, debido a que es más económico. Fabricantes como Goodyear, famoso por la producción de neumáticos, o la compañía Wrigley, la principal productora mundial de chicle, se abastecen de este acetato. Teniendo esto en consideración es posible imaginarse el enorme, el tremendo, margen comercial que este humilde producto genera y el sobre costo que las personas que lo consumen asumen.

Pero hay más, ya que en el 90% de los casos, el humilde chicle, acaba en el suelo de nuestras calles y plazas, dejando un paisaje alunarado de manchas oscuras y que, hasta que se endurecen, ocasionan alguna que otra molestia a las personas viandantes. El costo que supone a las haciendas públicas encargadas de la limpieza urbana se calcula entre 0,20 y 040, euros por unidad. Su limpieza requiere de potentes mangueras a presión que utilizan millones de litros de agua, preciado elemento, y es necesario dedicar un tiempo por operario a cada uno de estas manchas, que en forma alguna son reciclables. En definitiva, entre el robo que supone la venta de este humilde producto y los enormes daños que provoca a las haciendas publicas y al medio ambiente, sería aconsejable ir pensando en dejar de comprarlo.

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