El estado de la pobreza

NOVENA PROVINCIA

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En España funciona mal la erradicación de la pobreza. Hay un desfase tremendo  entre el potencial que tiene para remediarla y los resultados que se logran en los ámbitos sociales más precarios. Es una conclusión corroborada de modo pertinaz y con pesar por las entidades arremangadas para afrontar tanto multitud de casos individuales como el análisis de la situación en su conjunto. Según el decimotercer informe anual ‘El Estado de la Pobreza’, elaborado por la plataforma en España de la Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social (EAPN), que en nuestro país engloba a más de 8.000 entidades sociales.

España cuenta con 12,3 millones de personas en niveles de pobreza y/o exclusión. Esto es, ni más ni menos, que 1 de cada 4 habitantes. Para conseguir el cumplimiento de los objetivos nacionales comprometidos con la Agenda de Desarrollo 2030 marcada por la Unión Europea, en esa penosa condición están 1,8 millones de personas más de las que debería haber en la actualidad. De todo esto no se debate. Ni en los parlamentos, ni en los medios de comunicación con mayor audiencia, ni en la sociedad civil que se rasga las vestiduras con cualquier asunto de muy menor repercusión. Todos comparten un mantra: “En España se vive muy bien y hay mucha calidad de vida”. Qué fácil es, desde una posición acomodada, darle una pátina de conformismo a un enorme fracaso.

En lo que va de siglo XXI, España está siendo totalmente ineficiente para solucionar los problemas estructurales que abocan a la marginalidad y que la cronifican. La gran transformación que se llevó a cabo en los años ochenta y noventa del siglo pasado sí propició una notable reducción del diferencial de prosperidad y bienestar respecto a los estándares de los principales países europeos. La autoría de aquellos logros fue coral, con muchas contribuciones acertadas desde la política, desde las entidades sociales, desde el mundo empresarial, profesional y sindical, para erradicar profundas raíces des subdesarrollo. Fue un esfuerzo de país, para dejar atrás el cúmulo de anacrónicos atrasos. Como también deben muchos, dentro y fuera de la política, corresponsabilizarse del estancamiento que se padece desde hace quince años, y que se evidencia en indicadores de educación, sanidad, empleo, renta, vivienda, natalidad, endeudamiento, despoblación, etc. Hay una confluencia demasiado intensa de inercias que están inmovilizando y dilapidando las capacidades de un país que en términos absolutos es la cuarta economía de la zona euro pero que es la peor para ofrecer a sus jóvenes opciones de trabajo bien remunerado y de vivienda asequible.

Este es un informe oficial con la metodología de la propia Unión Europea.

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