El laberinto del Puerto de Algeciras


 

Recordaba el otro día, sentado en la estación marítima del puerto de Algeciras mientras llegaba el barco de Ceuta, como ha cambiado todo en nuestra ciudad y sobre todo en el puerto, que en muy poco espacio de tiempo ha pasado de ser un puerto pesquero, de mercancías y de pasajero, a un superpuerto de contenedores.

Y mientras esperaba me traslade en el pensamiento a uno de los tantos días en los que mi abuelo me cogía de la mano y me llevaba a pasear, aquel día toco llevarme al puerto, yo debería de andar por unos siete años, salimos de nuestra casa y cruzamos el puente Matadero, desgraciadamente ya no parece ni una sombra de aquel puente, por donde pasaba el rió de la Miel, dejábamos a la izquierda la parada de los carros con sus arrieros charlando a la espera de que alguien les llamara para hacer algún porte, y cogimos camino del cuartel de Transeúntes, y viendo a los hombres pescando en el río las anguilas en las escalerillas que servían para bajar en su días a las barcas que amarraban allí.

Llegamos a la acera de la marina donde el trasiego de gentes que iban y venían a coger los autobuses parados en la acera de enfrente y con el mar a la espalda, donde amarrado al muelle había todo una paleta de colorido que emanaban de la pintura de los barcos de pesca.

Cogido de la mano de mi abuelo entramos al muelle pesquero y nos sentamos en un poyete de la entrada, al sentarme vi un anzuelo muy grande o al menos a mi me lo pareció y pregunte a mí abuelo por qué aquel anzuelo era tan grande, contesto mi abuelo que servia para coger pescados grandes como el pez espada, mi afán por saber más hizo que mi abuelo con la sabiduría de quienes ya han vivido muchos años me volvió a coger de la mano y andando por el filo del muelle pesquero, donde se amontonaban las redes de pescas remendadas por las manos expertas de quienes con el torso desnudo y tocado de una boina o gorro de paja y descalzos y con una gran destreza aguantaban con los dedos del pie y de las manos el trozo de red estirado para poder pasar la aguja y remendar la red.

Mas adelante llegamos a la antigua lonja donde los gritos de quienes subastaban las cajas o piezas de pescado, el trasiego de la descargas de las cajas de pescado que traían los barcos, y todo los diferentes oficios que intervenían en una la lonja hacían que percibieras una sensación de vida y trabajo a un ritmo acelerado y constante no en vano los exportadores deberían de tener el pescado cargado y preparado para su traslado a Madrid diario bien en camiones o a través del ferrocarril.

Mi abuelo, que me advertía de que tuviera cuidado de no resbalar, me fue llevando donde yacían en el suelo los grandes pescados y sobretodo el pez espada, mi abuelo sin apenas hablar señaló hacia uno de ellos y me dijo para pescar ese pescado era el anzuelo que habías visto antes, cuando le pregunte que de donde salía tanto hielo y si podía coger un turrón mi abuelo asintió con la cabeza y cuando fui acogerlo de una de las cajas me dijo de ahí no pues sabrá a pescado y dando unos pasos me llevo hacia un montón donde cogí un turrón de hielo y mientras andábamos lo chupaba y refrescaba mi boca. Salimos de la lonja y a escasos metros por una especie de ventana de la cual prendía un canalón en vertical y apuntado a escasos metros de la bodega de un barco de pesca caía a raudales el hielo ya partido en turrones, mi abuelo señalo al edificio y me dijo esta es la fabrica de hielo, este es el lugar donde se fabrica el hielo.

Seguimos nuestro paseo por el puerto de Algeciras y pasamos al puerto de pasajero donde los buques de la Transmediterránea atracaban y mas adelante donde amaraba el barquito de Gibraltar, era el que mas me fascinaba sobre todo cuando coincidía con la llegada de los trabajadores de Gibraltar.

Que sencillo era todo un muelle de pasajero y mercancía y otro de pesca claramente delimitada la entrada de vehículos de cada uno, incluyendo el ferrocarril que llegaba tanto a un muelle como al otro, y todo sin complicaciones.

El barco que estaba esperando llegó y recogí a mi familiar. Montamos en el coche con la intención de salir del puerto y si difícil lo habían puesto para entrar, más difícil fue el salir pues la redonda que ya me había aprendido siempre señalado por unas marcas de hormigón pintadas en color amarillo, de las que debes ir muy pendiente porque es un verdadero laberinto, que parecen que lo ponen a propósito para hacernos a los ciudadanos algún tipo de prueba psicológica, como digo la segunda redonda me la habían tapado con unas vallas y nos mandaban a dar la vuelta en una de esas redonda al final de lo que fue aquel muelle pesquero lleno de colorines. Hoy cambiado por un gran jardín de contenedores y de grúas monstruosas en terrenos robados al mar, donde no hace muchos años en lo que hoy es cemento y asfalto existía un mar plagado de pequeñas embarcaciones pescando.

Esta claro que quienes deciden robar y robar tanto terreno al mar en nuestro puerto parece que tengan la intención de que podamos entrar andando desde la plaza alta a Gibraltar, eso si a través de una selva de contenedores y con unas aguas contaminadas donde ya no existen ni pescado ni ningún tipo de vida.

Atrás quedaba aquella lonja y barcos de pesca, aquel trasiego de puerto marino para transformarse en un trasiego de camiones con contenedores y grúas, ruidos y polvo, pero lo que nunca entenderé es por qué se ha complicado tanto el entrar en nuestro puerto, y digo nuestro porque el puerto siempre pertenece a la ciudad, aunque al parecer ahora ya no, es tal la independencia que se respira que además de ser una aventura el entrar y salir de el da la sensación que entras en una propiedad privada y tan guardada y con tantas prohibiciones que además de incomodo es desalentador el tener que entrar a el.

Me pregunto como explicaré a mis nietas, dentro de pocos meses, que en ese lugar tan complicado y con tantos camiones, grúas y contenderos, no hace mucho podíamos sentarnos en el paseo marítimo, se respiraba a mar y que existió una vez un puerto de colorido y barcos de pesca, de pasajeros, hombres pescando con sus cañas, y sobretodo, como le explicaré que es un pez espada.

Noticias de la Villa y su empresa editora Publimarkplus, S.L., no se hacen responsables de las opiniones realizadas por sus colaboradores, ni tiene porqué compartirlas necesariamente.

Noticias relacionadas

 
10 diciembre 2024 | José Antonio Hernández Guerrero
Cómo emplear las palabras para HACER HOY LITERATURA
 
07 diciembre 2024 | Rafael Fenoy Rico
Constitución, impuestos y el mito de Sísifo
 
03 diciembre 2024 | José Antonio Hernández Guerrero
Una sugerente invitación para los artistas, escritores y críticos actuales
 
03 diciembre 2024 | Patricio González García
4 de diciembre