Ganarán los buenos por J. A. Ortega

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El próximo 28 de septiembre será clave para la situación que están viviendo Jorge Cano Sánchez y Juan José Ramírez Ruiz, los dos ciudadanos de Los Barrios retenidos en Tánger desde el pasado 5 de junio por las autoridades marroquíes como consecuencia del desafortunado accidente ya de todos conocidos. Ese día tendrá lugar la vista oral en la que el tribunal de justicia del país de vecino que ya los juzgó en julio podría decidir sobre la apelación que su defensa ha presentado contra la sentencia que pesa contra ellos por el delito que se les imputa y que, nos consta, no han cometido. Jorge Cano y Juan José están siendo víctimas de lo que puede considerarse una experiencia auténticamente kafkiana. Sin comerlo ni beberlo, han sido acusados y condenados como si fueran vulgares traficantes de drogas. Pero soy lo suficientemente optimista, tal vez incluso algo más que nuestro presidente de gobierno, que ya es decir, como para estar más convencido que nadie de que esta historia acabará con un final feliz. No obstante, hay que ser prudentes en todo este asunto y respetar los procedimientos burocráticos del aparato judicial marroquí, aunque no nos inspiren la confianza que quisiéramos. La justicia, ya se sabe lo del dicho, no es de este mundo y, desde luego, no hay administración que sea perfecta. Porque seamos europeos desde hace unos cuantos años y ahora nos vaya más o menos bien no debemos caer en el error de mirar por encima del hombro a Marruecos, ni mucho menos manifestar pública animadversión o desprecio hacia el funcionamiento de sus instituciones. No es conveniente herir sensibilidades, aunque sólo sea por una razón, el bien de nuestros dos paisanos, cuestión de sentido común y pragmatismo, y, si bien es verdad que más vale prevenir que curar, tampoco es conveniente que pongamos el parche antes del pinchazo. En todos lados se cuecen habas y errar es de humanos. No hay que salir de España, ni siquiera de Andalucía, para encontrar casos de increíbles meteduras de pata judiciales. Lo importante es que los estropicios de tal cariz tengan arreglos. Lo que les ha ocurrido a Jorge y a Juan le pueda pasar a cualquiera. A otro conocido vecino de la localidad le podía haber pasado lo mismo el día de autos, por cierto, si finalmente no se hubiera quedado en casa y hubiera salido con ellos de pesca como lo había pensado. No conozco a nadie que albergue la más mínima duda respecto a su inocencia. Tanto es así que incluso una institución como la Corporación municipal en pleno está, como no podía ser de otra manera, de su lado, lo que significa que cuentan, prácticamente, con el apoyo de todo el pueblo barreño. En esta película también se saldrán con la suya los buenos.

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