Graciela Curuchelar: La Resiliencia en la Mediación

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Ángel Tomás Herrera | Licenciado en Derecho y Mediador

Este pasado once de octubre del corriente tuve ocasión de participar en el Seminario – Taller sobre “Abordaje Constructivo de Conflictos desde la Mediación y la Resiliencia” que, organizado por el Colegio Oficial de Abogados de Cádiz, se ha llevado a cabo en el edificio multiusos de la ZAL – Área de “El Fresno” en Los Barrios. En el mismo participaron mediadores, abogados, procuradores y asociaciones de mediación como EXIBER MEDIADORES – de la que un servidor forma parte -, abordándose diferentes metodologías y procesos mediadores para la resolución de conflictos que se producen en el seno familiar, pero también en otros campos, como la mediación civil, penal, social, mercantil, educativa o de consumo. En dicho seminario tuve la ocasión de conocer a Patricia Barcones, letrada y mediadora; así como a la persona que impartía el curso, Graciela Curuchelar, que es docente, formadora, abogada, notaria y una gran experta en mediación y conciliación en relaciones de consumo. 

En las jornadas se analizaron las metodologías imperantes, es decir, el método mediador de la Escuela de Negociación de la Universidad de Harvard; el método transformativo de Bush y Folger; y el llamado modelo circular narrativo de Sara Coob. Curuchelar insistió en las habilidades que ha de poseer cada mediador a la hora de abordar el problema y las técnicas de análisis e interrogación, favoreciendo la comunicación y la exteriorización de los problemas e intereses en conflicto, a través de preguntas abiertas, cerradas y aclaratorias, que dan a conocer el problema al mediador, y de preguntas reflexivas, circulares o resilientes, que sirven para transformar el problema, allanando el camino a la posible solución a través del acuerdo de las partes.

A propósito de la aportación de Curuchelar, recuerdo que en otro artículo de opinión abordé la importancia que tiene la gestión de los silencios en la mediación y el papel fundamental de la escucha activa y la observación por parte del mediador, incluso de aquellos comportamientos gestuales y de las llamadas micro – expresiones, tan bien investigadas por el psicólogo Paul Ekman. Este lenguaje corporal o comunicación kinésica, que tiene un origen biológico y se aprecia en todas las culturas, se ha de completar en el proceso mediador con la faceta comunicativa, en la que la llamada resiliencia tendrá un papel protagonista. Cuando el mediador intenta buscar un acuerdo ( total o parcial ) entre las partes en conflicto, no sólo pretende obtener una solución, sino que a través del proceso mediador también pretende transformar a las partes o grupos en conflicto. Y para transformar un problema y buscar una solución, la mediación resiliente es la mejor opción.

La resiliencia se puede entender como la capacidad que tenemos todos para afrontar la adversidad y lograr adaptarnos bien ante las tragedias, traumas, amenazas o el estrés severo que provocan los problemas de la vida. El análisis de la psicología respecto a la resiliencia ha cambiado con los años. Durante mucho tiempo, este tipo de respuestas y de personas resilientes eran consideradas como inusuales, o incluso como patológicas. Sin embargo, los psicólogos actuales reconocen que se trata de una respuesta común y positiva como forma de ajuste frente a la adversidad. La llamada psicología positiva considera que los problemas no dejan de ser desafíos, que deberán ser enfrentados y superados por las personas gracias a la resiliencia. Existen distintas circunstancias o factores externos que favorecerán o no el desarrollo de la resiliencia en cada persona, como la educación, las relaciones familiares o el contexto social. Con carácter general podemos decir que la resiliencia entronca con el interior de cada persona, con su autoestima. Las personas resilientes poseen tres características principales: Saben aceptar la realidad tal y como es; tienen una profunda creencia en que la vida tiene sentido; y tienen una inquebrantable capacidad para mejorar. Son capaces de identificar de manera precisa las causas de los problemas para impedir que vuelvan a repetirse en el futuro, controlan sus emociones, sobre todo ante la adversidad, y son empáticos y optimistas por regla.

Como comenta Graciela Curuchelar, el mediador en el proceso de mediación se convierte en tutor directo de la resiliencia a través de un repertorio cuidado de “preguntas resilientes” adecuadas a cada persona y problema. Todos tenemos que aprender de las dificultades, y hacer una virtud de la desgracia. Aunque es cierto que unas personas son más resilientes que otras, la resiliencia no es algo que unos tengan y otros no, sino que se trata de una serie de habilidades que se pueden desarrollar. Para ello siempre es bueno cultivar un círculo de amistades cercanas y buenas relaciones familiares, porque éstas serán las personas que nos escuchen y empatizen con nuestros problemas. Tener un pensamiento constructivo, establecer metas y objetivos realistas, hacer algo con regularidad y no negar la realidad, también fortalecen y sirven para desarrollar o descubrir nuestra resiliencia. Ante la desgracia y los miedos de los que nadie escapa, hay que fomentar la autoconfianza, aprendiendo de los problemas con un estilo práctico y optimista, aderezado todo con un buen sentido del humor.

El concepto de “Resiliencia” no sólo se usa en la Mediación, también se ha venido usando en Ecología, entendiendo que un ecosistema con buena resiliencia es aquel que contiene una gran cantidad de especies, siendo esa diversidad lo que le permite sobrellevar las diversas perturbaciones que pudieran surgir en el entorno. El concepto también se ha venido usando de forma tradicional por la Física y la Ingeniería, definiéndose como la capacidad que tienen algunos metales para doblarse y luego volver a su posición original, cuando se deja de ejercer presión sobre ellos. El psicoanalista británico John Bowlby fue el primero que adoptó el término para la Psicología, siendo el psicólogo del desarrollo Emmy Werner el primero que estudió y profundizó sobre el contenido y valor de la resiliencia como vía de solución de conflictos y traumas.

Como nos recuerda Graciela Curuchelar, cuando aplicamos la resiliencia en el proceso mediador pretendemos una búsqueda interior, una introspección de las partes en conflicto, para buscar la solución al problema, pero también una trasformación personal, superando miedos e intereses contrapuestos. Es obvio que se ha de pensar y sentir de forma distinta a como creamos los problemas si pretendemos superarlos. El mediador ha de formular durante el proceso mediador preguntas a las partes que favorezcan el aprendizaje y la reflexión, de tal modo que quienes la contesten necesariamente apelen a sus recursos internos para responderlas. Con estas preguntas se fortalece la autoestima y se restañan las “heridas de los adentros”. La mediación resiliente se muestra así como un método de resolución de conflictos, facultando de paso a la persona para que busque en su interior y pueda recurrir a su capacidad de introspección, analizando las cuestiones planteadas, y esgrimiendo argumentos que busquen y sostengan una solución, que finalmente tomará cuerpo en el acuerdo o consenso de las partes o grupo en conflicto.

La Resiliencia, que aflora ante las mayores adversidades y problemas, no deja de ser un recurso útil para nuestra vida personal, social y laboral. La mediación resiliente es un proceso de comunicación que favorece en los protagonistas del conflicto la habilidad social de solución de problemas, actuando positiva y activamente frente a ellos, promoviendo y fortaleciendo los vínculos e impulsando la capacidad de los seres humanos para sobreponerse a los problemas. Más allá del método de mediación, la resiliencia es un aporte que humaniza la gestión de conflictos, recurriendo a la propia fortaleza interna y autoestima personal, así como a los soportes externos y circunstancias, para aprender y aprehender de las adversidades con una mirada optimista y esperanzadora hacia el futuro, hacia la vida. Como bien decía Rabindranath Tagore: “La vida es la constante sorpresa de saber que existo”. Sigamos sorprendiéndonos pues.

” Aquel que tiene un porqué para vivir puede enfrentarse a todos los cómos”.

Friedrich Wilhelm Nietzsche.

 

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