Monte de la Torre

Loa al sempiterno olivo

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( A los sufridos olivareros, a las aceitunas y su grandioso aceite,
bálsamo de vida y esperanza.)

Tus raíces, olivo, se hunden en la fecunda tierra
la que está regada por la historia y el rocío de la leyenda,
con ese abono tú, nunca secas ni mueres
y, si algún despótico tirano te decapita,
siendo totalmente inocente y a sabiendas
que, si te expone a juicio popular,
todas las voces proclaman quedes libre de condena,
ha de saber no puede inculparse de nada
a quien es un mito siempre vivo
y, cual ave Fénix, de tus cenizas resucitas
para amparar al pueblo al que das vida.

Tu tronco fuerte ante la más dura adversidad
se retuerce en dolorosa laocóntica figura
ante el ahogo de la terrible fuerza hercúlea de los muchos siglos vividos
que, cual invisibles serpes, te rodean.
Junto a uno de esos tallos incólumes
al más sagrado dolor,
también el Señor se reclinó
porque era sabedor que vosotros, los olivos,
sois los únicos que merecéis ser fieles testigos
de sus palabras con el gran Padre Dios.

En el cáliz de vuestra copa
están rebosando las negras y verdes hojas
de la pena y la dicha juntas y unidas,
componentes de una misma fronda,
luto y esperanza en un solos veste,
muerte y fiesta de la mayor resurrección.

Ramas de olivo,
agitadas por las fuertes manos del gigante viento
recordando que existe un Domingo de Ramos.
El mirlo y el malvís
son en tu persona íntimos amigos
y, te dan gracias con sus melodioso trinos,
por el pan diario que proporcionas
y el grandioso hábitat de paz
de que gozamos a tu lado.

Tu fruto, la aceituna,
deliciosa para picar bebiendo sorbos de buen vino
o cerveza y, de los pinchos la más grande señora
que corona la ensaladilla o la ensalada.
Cuando muere, en sacrificio incruento,
aplastada por las muelas del molino,
su sangre resulta ser el bálsamo divino
de la cocina y de nuestra alimentación
bendición grandiosa del mundo entero.
Natural medicamento,
lustrador del mismo cuerpo
y, cuando esta vida dejamos,
santo óleo que quita el óxido pecaminoso
para que se nos abran todos los cerrojos de las puertas del cielo.
¡Olivo divino, estando en la tierra,
Eres como maná del cielo!
Pretendo con mis versos hacer una loa al bello olivar
y que todos los lugares donde crece el olivo
sepan que son el más noble y bello hontanar de paz.

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