Los neochanchullos


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Julio C. Pacheco

Un día en el trabajo va y te comenta un compañero lo barato que le sale la línea telefónica de su casa. Tú que andas recortando por eso de la economía doméstica, empiezas a mirar las ofertas. ¡Oh sorpresa! Tu operadora, a la que llevas unos años enganchado, tiene una fantástica oferta veraniega. `Tengo güifi, luego existo’. No descarto la posibilidad de ahorrarme unos eurillos al año que el día que apagues el router se puede provocar un motín a bordo. Todos en pie de guerra tus hijos, sus amigos y hasta algún vecino listillo. Todos al unisono: ¡No funciona internet!

Iluso de mí. Una señorita al otro lado del océano me dice que esa oferta es sólo para nuevos clientes. ¡Caraduras! Te sientes traicionado -tú que pagas todos los meses- buscas el cariño de otra compañía. Descubres que aunque la otra tiene una oferta incluso más económica, es prima hermana de la anterior y te comenta lo mismo que sólo te lo pueden ofrecer para una línea nueva.

Sí o sí. No hay nada peor que un español acorralado. Te lanzas en los brazos de una tercera que te recibe como si fueras el último usuario de la tierra -A mí, a estas alturas, que yo soy perro viejo- Pasan unos días y cual cónyuge arrepentido después de tres días de juerga, el tiempo que tardan en pedir la migración, te llama tu compañía de siempre para hacerte una que ni el mismísimo Marlon Brando con los mofletes llenos de algodón -Le vamos a hacer una oferta que no podrá rechazar-. Pero leches si eso era lo que yo quería al principio del principio.

Llamas a la nueva y como todavía estás en plazo les comunicas que no vas a hacer el cambio, ¡ármate de paciencia! Yo creo que les entrenan en el cuerpo de negociadores de la policía. Han pillado cacho y la teleoperadora, que seguro que con los tiempos que corren la multinacional le paga tres cuartos, se deja la piel en el intento. Ella la piel y tú con las ideas claras, los nervios. ¡Eureka! Por fin lo he conseguido, ahorraré y me quedo con la operadora de siempre.

Bueno ha habido que currárselo pero al final va a ser verdad que hablando se entiende la gente, ¡las narices! A las dos semanas recibo una carta de otra compañía que me comunica que aunque el ADSL continúa con mi operadora de siempre ellos son los propietarios de la línea y me facturarán las llamadas. Utilizando un símil: `Como la autopista es mía los camiones te los cobrará otro pero el peaje por usarla y los coches me los vas a pagar a mí directamente’.

Les puedo asegurar que para estar en agosto, creo que no es éste tiempo para aburrir a nadie -el verano está para disfrutarlo-, intentaré arreglarlo y no terminar este enredoso artículo con un: continuará…

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