Todo por la causa, por J. A. Ortega


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El señor se ha dado cuenta y tiene, además, la valentía de admitirlo, un mérito que hemos de colocar en su haber y que es justo le reconozcamos. El máximo representante de Dios en la Tierra no es infalible. Lo que quiere decir, si no me equivoco, que el hombre hace sus necesidades, aparte de tenerlas, como todo mortal. Vamos, que la caga, la ha cagado alguna vez y podría volver a cagarla en el futuro, como la cagamos todos. Sus afirmaciones, sus homilías, sus reflexiones y lecciones morales, el contenido de sus pastorales y sus bulas, con las que pretende iluminar el camino de los fieles, pueden ser erróneas, aunque todo lo que diga vaya a misa, y nunca mejor dicho. Pues, desde luego, es toda una tranquilidad para los que no somos creyentes saber que el Sumo Pontífice de la Santa Iglesia Católica, Romana y Apostólica también yerra. De no ser así, los que discrepamos de muchos de sus criterios y actuamos en consecuencia podríamos darnos por condenados, si no al infierno, por aquello de la clemencia divina, seguro que sí al Purgatorio. Mira qué bien. Lo mismo no somos tan perversos y malvados como se nos quería hacer creer. Don Benedicto XVI admite que no siempre está en lo cierto. Bienvenidas sean las dudas de Su Santidad. Redundarán en beneficio de la credibilidad y autoridad moral de la institución eclesiástica, aunque haya quien no lo comparta. Quizá el matrimonio homosexual no sea ninguna aberración, el sexo sin amor, ningún pecado, el uso del preservativo, ningún motivo de escándalo, y el aborto regulado, ningún crimen.

Ahora, eso sí, respecto a lo de ser izquierdas no hay discusión ninguna posible. Cabe considerarlo casi un delito. Como empezaba a temerme, el de verdad infalible va a ser el señor D. José María Aznar, que desde que no gobierna viene dedicándose a predicar la doctrina Bush por el mundo, mientras se mantiene en la nómina del magnate Murdoch. Al final a nuestro ex presidente vamos a tener que darle la razón. No se le puede llevar la contraria a los poderosos como hasta el pasado mes de mayo se empeñaba en hacer ZP. Mejor ponerse de su parte y hacerles el juego, que se saca más partido. Quizá por ello desde que dejó la Moncloa no se ha concedido ni una sola tregua en su particular cruzada por el triunfo y la expansión del neoliberalismo. Desde entonces no se le ha oído en público una palabra en favor de España, por no oírsela no se le ha oído ni cuando La Roja ganó el Mundial, pero no ya para no otorgarle ningún respiro al ejecutivo socialista, no, sino para no otorgárselo a esos grandes enemigos de la civilización cristiana y occidental a los que los sociatas les ríen las gracias. Nada personal, en absoluto.

No sorprende que siguiendo la estela de su gran guía espiritual desde el PP se hagan públicas declaraciones como las que días atrás efectuaba su secretario de Comunicación, don Esteban González Pons, contribuyendo a poner en tela de juicio la solvencia del estado español, aunque no por hacerle la puñeta al gobierno del PSOE, ni muchísimo menos. Tampoco es la primera vez que ocurre algo parecido ni será la última de aquí a 2012. Están fritos por que le llegue a este país la bancarrota. Se podría decir que la están invocando. No por nada, sino para erradicar de una vez por todas el siempre pernicioso exceso de intervencionismo público en la economía. La subida de la prima de riesgo de la deuda es para ellos una gran noticia. Como haya rescate, como lo ha habido en Grecia o en Irlanda, seguro que celebran el acierto de sus vaticinios con champán, en privado, por supuesto. Todo por la causa, que no la patria, o sease, la prosperidad de la humanidad en su conjunto.

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