A pesar del veto y de las trabas impuestas por la empresa de la Maestranza, aún Canorea no ha logrado quitarme la afición; se lo va a tener que currar un poquito más. Me declaro aficionado a la Fiesta. Lo que ocurre es que en días como los de hoy, de aficionado a la Fiesta a aficionado a la Siesta sólo varía una letra, de la F a la S. Y más peligro se corre (o no) cuando se ve a través de la televisión, cómodamente recostado sobre tu sillón preferido, ese que te tiene ya hecho el hueco de tu cuerpo y cogida la medida de la espalda.
Menudo petardo ganadero el de Puerto de San Lorenzo. Yo no sé qué criterios sigue la empresa para elegir las ganaderías -ni me lo va a contar-, pero lleva dos temporadas que se está luciendo de lo lindo. Si ayer lo de Juan Pedro Domecq parecía insuperable, lo de esta tarde de Puerto de San Lorenzo roza ya la extenuación de la mínima soportabilidad. Me he preocupado en sondear los resultados de esta ganadería y sus hierros familiares la temporada pasada, y fue mala; tanto Puerto de San Lorenzo, Ventana de San Lorenzo, Fraile Mazas y la madre que lo parió, joder. Que caca de corrida de toros. ¡Y encima, en tres horas, Dios mío! Si lo bueno y breve, dos veces bueno, ya me dirán ustedes de lo malo… Pues nada, tres horas de pesadez, de descastamiento, de mansedumbre, de sopor, de blandura,… Un largometraje por el que los sufridos aficionados deberían cobrar por haberla aguantado, en vez de pagar esos dinerales que se gastan. De aficionado a la Fiesta a aficionado a la Siesta sólo lo distancia una letra… el corto recorrido de una pesada tarde (otra más) de petardo ganadero.