La desaparición de las chumberas y pitas del Campo de Gibraltar

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Ángel Tomás Herrera / Foto: Ángel Tomás Herrera | Licenciado en Derecho

El silencioso ocaso de las chumberas y pitas en nuestra Comarca, en toda Andalucía y el Levante peninsular se debe a una gran plaga que asola a estas plantas foráneas y ante la que las autoridades y propietarios se ven desbordados. Ambas plantas, usadas como cultivo y linde de fincas desde su introducción en nuestras tierras con el descubrimiento del continente americano en 1492, se consideran como “especies invasoras o alóctonas” por el “Catálogo español de especies exóticas invasoras”, que recoge el Real Decreto 630/2013, de 2 de agosto. Por esta razón, aunque formen parte de nuestro paisaje y se hayan naturalizado con el paso de los años, las Administraciones no pueden tomar ninguna medida de protección o mantenimiento de las chumberas y las pitas o agaves ante unas plagas que amenazan con eliminar estas plantas de nuestros paisajes para siempre.

La chumbera, tuna, palera o nopal es un cactus del genero Opuntia originario de México. Cuenta con más de 300 variedades, entre ellas algunas imponentes, como las que dan los famosos higos chumbos (Opuntia maxima y Opuntia ficus indica), y otras enanas, perfectas para plantar en casa en pequeños recipientes como planta ornamental. A lo largo de 1548 y 1570, diferentes expediciones botánicas al Nuevo Mundo fueron introduciendo la chumbera en Europa Occidental. Desde entonces, la tuna es una especie con un alto valor etnográfico, formando parte de nuestro paisaje desde hace más de 500 años. La plaga que sufrimos actualmente está acabando con las poblaciones de esta planta en el Campo de Gibraltar, La Janda y otras zonas gaditanas. Los culpables de esta infección son las cochinillas, unos insectos coloniales que se alimentan de la savia de las opuntias, perforando su cutícula con su boca en forma de estilete. Las cochinillas se reproducen masivamente y secan en pocos meses las chumberas atacadas. Su expansión es enorme y rápida, ya que una vez que los insectos se reproducen, sus ninfas se desarrollan rápido segregando unos filamentos cerosos parecidos a los de las semillas del álamo. Gracias a su pequeño tamaño y a esos filamentos que poseen, las ninfas son transportadas por el viento (anemocoria) hasta alcanzar otra chumbera, que infestarán y terminarán matando.

Las dos especies de cochinillas que están provocando esta infestación son la Dactylopius opuntiae o cochinilla silvestre – muy utilizada como organismo de control biológico (OCB) frente a las chumberas en países donde han sido plaga, como por ejemplo Australia – y la cochinilla de cultivo o del carmín Dactylopius coccus, exportada de América y usada sobre las tunas como planta nutricia en Canarias, Sur de Andalucía y Levante. De este último insecto se obtiene el rojizo ácido carmínico, un pigmento natural que ya se usaba por los indios prehispánicos para teñir sus ropas y cabellos, colorear las pinturas murales de sus palacios y edificios religiosos y maquillar la cara de sus sacerdotes. Hoy, tras el uso de pigmentos químicos y sus efectos cancerígenos y negativos sobre la salud, vuelve a tomar importancia este colorante natural, llamado también grana cochinilla, rojo natural 4, crimson lake, nocheztli o simplemente E120, muy usado en alimentación y todo tipo de productos.

La acción combinada de estos dos tipos de cochinillas, junto con el abandono de las labores agrícolas tradicionales y la eliminación de las chumberas como setos vivos, delimitadores de caminos y fincas, están llevando a la desaparición masiva de estas plantas de nuestras sierras y costas. La plaga se está convirtiendo en una auténtica “emergencia fitosanitaria”. Desde su inicio en 2007 en Murcia, rápidamente se ha extendido por todo el Levante y por Almería, desde donde se ha expandido por todas las regiones de Andalucía. La única medida que han tomado los Ayuntamientos y otras entidades públicas, ha sido la limpieza de las palas cuando no están muy afectadas, así como la poda y separación de las chumberas infestadas, quemando y enterrando los restos vegetales con cal y ceniza, para que no sean nuevos focos de infección. Parece ser que el podar a conciencia y dejar las partes lignificadas (troncos) es un control natural bueno contra la plaga, ya que los insectos no suelen utilizar los troncos de las chumberas. Otra forma de control de la plaga es el uso de agua a presión con detergente o jabón potásico, así como reclutando insectos que se coman a las cochinillas, como ocurre con diversas especies de moscas del género Leucopis y coleópteros ( mariquitas ) como Hyperaspis reppensi, y especialmente, Cryptolaemus montrouzieri.

Las pitas o agaves también están desapareciendo de nuestro paisaje debido a una potente plaga sin control. Presentes en los grabados, pinturas y narraciones de los artistas, escritores y viajeros románticos que desde el siglo XVIII visitaron nuestros montes y costas, estas poderosas plantas languidecen secas al borde de nuestros caminos y acantilados costeros. El culpable de su ruina es otro insecto, el llamado picudo del agave Scyphophorus acupunctatus, que se ha convertido en plaga y que está afectando a las plantaciones de yucca, así como a las diversas especies de agaves silvestres, cultivadas y ornamentales. Este picudo o gorgojo negro actúa como el llamado picudo rojo de las palmeras (Rhynchophorus ferrugineus), que también es plaga y ha terminado con casi toda la población de palmeras en la Península e islas. Los insectos adultos perforan las pencas del agave para alimentarse del centro suculento, depositando sus huevos en el interior de la roseta. Tras la eclosión, sus larvas terminarán por comerse la planta desde su interior. Además tanto las larvas como los picudos adultos son portadores de la bacteria Erwinia carotovora, que termina por corromper y pudrir el agave, aprovechando las galerías y el daño producido por los insectos. Se piensa que este picudo dañino llegó a nuestras tierras hace unos 7 años, expandiéndose desde algún vivero del sur de Alicante. Su tratamiento, como ocurre con las palmeras y chumberas, resulta complicado. Existen diferentes productos químicos, pero como ocurre con las cochinillas, es tan grande el número de insectos, que resulta complicada la eliminación total y evitar su expansión. El agave americano se ha venido usando en la Comarca y otros lugares para delimitar terrenos y para producir cuerdas, redes y otros objetos fibrosos. En México se suele cultivar para producir bebidas alcohólicas como el mezcal y el tequila.

Está claro que chumberas y pitas no son plantas autóctonas, pero no por ello deberíamos abandonarlas a su suerte. Forman parte de nuestro paisaje e historia, se han usado como alimento, tinte o colorante y en producción textil, así como para delimitar terrenos. Al ser plantadas en terrenos secos, escarpados y pedregosos actúan como agentes contra la erosión de los mismos, sirviendo como alimento del ganado y de los humanos ( higos chumbos ). Las formaciones de tunas y pitas son refugio para muchas especies de insectos, especialmente de arañas. Son todo un universo vegetal que debe ser tenido en cuenta y protegido. Las Administraciones poco o nada están haciendo para evitar la expansión de estas plagas. No se hacen gestiones suficientes para evitar la expansión de la llamada “seca de los alcornocales” que amenaza nuestros montes, menos aún para evitar la pérdida de las chumberas y pitas.

Asistimos a la desaparición de los higos chumbos y la pérdida de la omnipresente sombra del agave en nuestros viejos y polvorientos caminos, mientras seguimos cortando las últimas palmeras centenarias que nos quedan y seguimos descorchando alcornoques moribundos. Espero y deseo que podamos reaccionar a tiempo, y se puedan tomar con urgencia medidas sostenibles y duraderas. Nuestro patrimonio vegetal está en serio peligro de extinción. Es un problema de Todos.

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