La Monarquía de todos, secuestrada

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Rafael Fenoy Rico | Secretario de Comunicación Educación de la Confederación General del Trabajo (CGT)

Fue hace ya unos años, antes de que comenzara esta larga e inacabable transición política hacia la democracia, cuando “la Monarquía de Todos”, fue secuestrada. Corría el mes de julio de 1966 y D. Luis María Ansón, escribió un artículo, con ese título, en el diario ABC. Una vez tuvo noticias el dictador Francisco Franco, mandó a D. Manuel Fraga, por entonces ministro de información y turismo, a que secuestrase la edición completa del ABC, con el objeto de evitar que las gentes de España leyeran el contenido de un simple artículo de opinión. En este artículo, Ansón, presentaba la figura de D. Juan de Borbón, Conde de Barcelona, padre del actual rey-padre D. Juan Carlos I, como el legítimo sucesor a la Jefatura de Estado, según lo dispuesto por la ley elaborada por las Cortes Españolas en, ¡oh coincidencias!, en julio de 1947. En aquella ley, después de Franco, España se constituía en Reino, creándose su Consejo y regulando la Sucesión en la Jefatura del Estado. Este texto, además, fue sometido a referéndum de la Nación, siendo aceptado por el 82 por 100 del cuerpo electoral, según las cifras oficiales, ¡oficiales! En esa ley de sucesión se determinaba que a Franco le sucedería un monarca y varón. ¿Qué otra cosa mejor podría ocurrir a los ojos del dictador? En 1947 las prisas por evitar la invasión militar de España, por parte de los ejércitos aliados vencedores en la Segunda Guerra Mundial contra el fascismo y nazismo, aconsejaron a Franco dejar claramente establecido, para propios y extraños, que aunque su dictadura sería vitalicia, la forma de estado sería una monarquía garante de una “democracia orgánica”. La cuestión era usar palabras que sonaran bien en occidente.

Volviendo a la publicación secuestrada, basta decir que, muy probablemente, el “pecado” cometido por Ansón fue explicitar el nombre del nuevo Rey, excluyendo del tándem, que se barajaba desde 1947, a D. Juan Carlos. Precisamente el artículo rememoraba las palabras que éste pronunció en una entrevista en las que afirmaba que “no aceptaría la corona, mientras su padre, D. Juan, Conde de Barcelona, viviera”. La consecuencia fue que Ángel María Ansión tuvo que padecer un “destierro”, ya que el ABC lo destinó a corresponsalías en el extranjero, con la precaución, según cuentan, de que no podía firmar las crónicas. Condenado sin juicio, al ostracismo, con la colaboración inestimable del propietario del periódico, no obstante, Ansón alcanzó una sólida reputación como periodista, y, aunque en estas fechas la represión del régimen franquista estaba más moderada, nunca sabremos si ese destierro permitió librarle de penas mayores.

El hecho del secuestro del periódico ABC pone en evidencia que la Monarquía llegó a España por voluntad del dictador, que en modo alguno pretendía la restauración, ya que la titularidad de los derechos dinásticos de los borbones, según defendía una parte importante del sector monárquico eran detentados por D. Juan, cedidos por Alfonso XIII desde 1941. No obstante, recogen en las crónicas, la precipitada huída de España de D. Alfonso, en 1931, supuso una renuncia a sus derechos dinásticos. Pero en esos años de dictadura ¿Quién iba a litigiar ese asunto? En resumen, casi 20 años después de definir a España como Reino, seguían las facciones que apoyaban la dictadura, y especialmente los monárquicos, desojando una margarita que sólo tiene dos pétalos. Era evidente desde hacía muchos años que la elección estaba realizada por Franco en la persona del hijo de D. Juan. También era evidente que D. Juan porfiaba por su derecho al trono de España. Y en esto Ansón se mete, casi sin querer y recuerda en su artículo que D. Juan Carlos dijo que no aceptaría corona alguna que no viniera de su padre.

Algo más de dos años de este “secuestro”, en 1969, es designado D. Juan Carlos I, coincidiendo con el nacimiento de su primogénito, el actual Felipe VI, sucesor a la Jefatura del Estado, por el propio Franco. Y el “coronado in pectore” no dijo ni “mu”, ejemplificando el dicho castizo de “Donde antes dije digo, ahora digo Diego”. Realmente, nunca mejor dicho, este hecho supuso un capítulo más del inmenso secuestro de la libertad del Pueblo español, que el régimen dictatorial impuso por las armas tras la sangrienta contienda y postguerra civil. Se antoja hoy imposible el secuestro, porque la monarquía, por la gracia de Franco, nunca a ha sido de Todos.

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