Manuel Ramírez Tocón | Palmones
Aquí, en Palmones, son muchos los vecinos que han demostrado destrezas en sus trabajos, en las fiestas y costumbres o en sus labores para con la vecindad. Uno de estos vecinos puede ser Antonio Benítez.
Desde muy niño, un físico que podríamos encuadrar en cualquier país escandinavo, le hace sobresalir en una generación que se enfrentaba a unas difíciles décadas de carencias y penurias. En este ambiente, Antonio, busca el tiempo necesario para colaborar en el día a día de la parroquia y junto a varios jóvenes consiguen crear un activo grupo que participaría en las actividades culturales, religiosas y deportivas de Palmones. La apertura del club parroquial, bajo el auspicio del Padre José Luis, significa un antes y un después de una generación que comienza a sacudirse las sombras de una posguerra cruel. Teatro, bailes, música y fútbol comienzan a dar color a un pueblo con calles de arena y caserones con techos de brezos.
En estas décadas de los 60 y 70, Antonio Benítez ejerce de cronista y reportero con su Voigtländer dejando plasmadas para el recuerdo imágenes de un Aldea y de su metamorfosis con la llegada del hormigón y el empedrado. Bodas, comuniones y fotos familiares requerían, a menudo, la presencia de Antonio ya que contar con una cámara en casa no era fácil.
Tomar hoy un café con Antonio es dar un paseo por el pasado del pueblo. A una clara memoria, se le suma un gran bagaje en los asuntos parroquiales tan influyentes en la historia en blanco y negro de la Aldea marinera.
La defensa de lo “in” ha sido siempre un hándicap en la vida de Antonio Benítez. Hoy, superados los setenta y alguna que otra patología que ha “toreado” con muchas ganas de seguir en la brecha, nos sigue regalando una basta producción fotográfica donde los megas de una samsung han relevado a la réflex de los sesenta.
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