Manuel Ramírez Tocón | Escritor y Analista
La red no queda exenta de la presencia constante y activa de un personaje que tiempos ha ocupaba regularmente un rincón oscuro de una escena tan antigua como la vida.
Tras una cortina roja, en la penumbra, se situaba un tramoyista anónimo encargado de la limpieza de la virilidad de quien se adentraba en la infidelidad tasada. Los útiles escuetos. Un agua tibia, dudosamente séptica y una palangana con la que nuestro versado limpiaba la expresión carnal de un alma tan podrida y falsa como las monedas que pagaba por el servicio recibido.
La explosión tecnológica y las facilidades de poseer una ventana a la red, ha facilitado que las escenas cotidianas de tiempos atrás se repitan en unos cuantos megas. El tramoyista encorvado ha escondido sus miserias, se ha parapetado tras unas teclas y el seudónimo de un perfil inexistente y ha vertido el inmundo flujo en defensa de un burdel del que saca cuartos.
Lástima me da este crustáceo cibernético, palanganero que se echa las vergüenzas a la espalda tapándolas con la toalla, raída y podrida, de limpiar tantas conciencias ilustradas.
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