Dr. Jekill y Mr. Hyde


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José Antonio Ortega Espinosa | Periodista y escritor

Empieza a desenmascararse cuál es el ideario auténtico del partido que nos gobierna y de quienes lo dirigen. Ya sabíamos que eran de derechas. Pero lo que no sabíamos, aunque lo sospechábamos, es que, tras sus aparentes buenos modos, su fingida moderación, sus repetidas apelaciones al sentido común, su acusada y radical tendencia hacia lo retrógrado y reaccionario llegara a tanto. ¿O sí?

Por mucho que traten de ocultar la “bestia” que llevan dentro, el subconsciente –ya se sabe– suele jugarles malas pasadas. Es lo que le ha pasado, por ejemplo, a la señora María Dolores de Cospedal, que desde que perdió los papeles –y no me refiero a los de Bárcenas– se nos viene luciendo y días atrás lo ha vuelto a hacer, no tanto por lo que ha dicho como por lo que en realidad quiso decir respecto a los impagos de hipotecas. Así como al señor Martínez Pujalte, harto conocido por sus salidas de tono, sobre todo cuando era presidente ZP, al hablar sobre la dación en pago. O a la señora Fátima Báñez, ministra de Trabajo –aunque trabajar lo que se dice trabajar haya trabajado más bien poco, según comentan las malas lenguas–, por soltar alguna que otra lindeza del mismo estilo.

No lo duden. Éstos, en el fondo, son de los que piensan que el pobre es pobre porque se lo merece. Aunque, eso sí, tiene derecho a soñar igual que a vivir mil años, como ya dijera Adam Smith. Y, por supuesto, que el rico es rico porque se lo ha currado. Lo que no es verdad, como ustedes y yo sabemos, en un porcentaje muy alto de los casos.

Éstos, en definitiva, son de los que opinan también que el que no tiene trabajo es porque no quiere. Y, cómo no, de los que defienden la no intervención del estado en la economía, excepto cuando convenga a sus intereses, o a los intereses de las clases a las que representan. No tanto para no reducir las posibilidades de hacer negocio de la iniciativa privada en general, como para ampliar las posibilidades suyas y las de sus amiguetes, en particular. Pues ellos nunca hacen chanchullos, no, señor. Ellos lo que hacen es generar empleo y riqueza, mire usted, y ¡bendita sea su causa!

Generar empleo y riqueza, cumplir con su deber y respetar –¿cómo no?, ¡faltaría más! – las consignas de la Iglesia. O, más bien, de la jerarquía, con la que mantienen muy buen rollito, por cierto. Pues no en vano les echa un capotazo siempre que les ha hecho falta, ya estén en la oposición, en el gobierno o en plena campaña.

Quizá por esto el señor Rouco Varela no se ha cortado un pelo en darles un toque de atención respecto a temitas como la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo o la ley reguladora del derecho al aborto esta misma semana, como diciendo “¿y de lo nuestro qué?”.

Lástima que todavía no se le haya escuchado a la Conferencia Episcopal decir ni mu sobre el problema de los desahucios, ni tampoco sobre los recortes en sanidad o educación, cooperación y solidaridad, tan preocupados como se muestran sus miembros por los problemas sociales y la dignidad humana.

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