El juez juzgado

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José Antonio Ortega | jaortega@jaortega.es - www.jaortega.es

Hay quien –aparte del propio afectado– califica el juicio al magistrado Elpidio silva, que se viene desarrollando desde esta semana en la Sala de lo Civil y Penal del TSJM, como pantomima o esperpento. Yo no sé si el proceso merece o no tales calificativos, porque he de admitir que no conozco en detalle las razones por las que este juez se sienta en el banquillo de los acusados y, por tanto, ignoro si está justificado o no, desde el punto de vista estrictamente jurídico, que se vea en la situación en la que actualmente se ve, diríase que equiparable a la del cazador cazado. No tengo mucha más idea en cuestiones de derecho que la que pueda tener el común de la ciudadanía. Aunque me consta que opiniones autorizadas al respecto hay para todos los gustos.

En cualquier caso, sí que hay mucho que escama y mosquea en toda esta historia, independientemente de que Silva haya podido meter la pata en lo que se refiere a aspectos procedimentales en las causas que instruía contra Blesa. Tanto que ése es el sentir general, a pesar de los esfuerzos mediáticos que se llevan a cabo para desprestigiar a este miembro de la judicatura y presentarlo ante la opinión pública como poco menos que un psicópata, o algo así, y al ex presidente de Caja Madrid como la pobre víctima de sus desafueros. Las prisas que tienen algunos por que discurra y concluya la vista, por ejemplo. Cuando de todos es sabido que por un sinfín de excusas de lo más banales se dilata hasta años el tiempo de espera para que otras se celebren. O el celo que el poder judicial es evidente que pone en el desarrollo y rápido término de esta litis y que se echa en falta en muchas otras que se dirimen en los tribunales.

Yo lo que sí tengo clarísimo, como parece que lo tiene una mayoría de ciudadanos, es que, si en lugar de tratarse del muy queridísimo amigo de Aznar convertido en banquero, el perjudicado por actuaciones no muy ortodoxas, o no conformes a la legalidad, del que fuera titular del Juzgado de Instrucción nº 9 de los de la capital hubiera sido un cualquiera, nada de esto que ocurre estaría ocurriendo y en los estamentos de la magistratura seguro que nadie habría movido un solo dedo.

Se acusa a Elpidio Silva de adoptar medidas arbitrarias y faltas de motivación en el ejercicio de su jurisdicción. Pues, miren, algo parecido es lo que ha hecho durante la instrucción del caso de los eres la jueza Alaya, a quien la fiscalía y el TSJA le han enmendado la plana en varias ocasiones, y, hasta la fecha, que yo sepa, pasarle no le ha pasado absolutamente nada.

En realidad, hay cosas que no me cuadran, y algunas otras que me resultan incluso sospechosas, en el funcionamiento de la justicia, desde mucho antes que Gallardón llegara al ministerio del ramo. No en vano, toda la vida de Dios se ha dicho que los ricos y los pobres no son iguales ante la ley. Y, no en vano, se sigue diciendo. Por la muy simple y sencilla razón de que los sistemas legales, aunque suene a demagogia, están siempre diseñados y elaborados con el beneplácito de las élites que constituyen quienes mandan. Incluso en las democracias occidentales avanzadas.

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