El país de las donaciones


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Ángel Tomás Herrera | Licenciado en Derecho

España, ese país en el que mejor te tratan, cuanto más dinero robas – como diría el señor Urdangarín – es a pesar de crisis y corruptelas, el reino de la generosidad infinita. Los españoles siempre nos hemos destacado por el desprendimiento, las donaciones y la voluntad sin ánimo de lucro hacia los más necesitados, sin mirar fronteras o razas. Las cifras lo dicen todo, seguimos siendo todo corazón. España es uno de los países en cabeza del ranking mundial en donaciones, tanto de alimentos como de dinero. La solidaridad con el Cuerno de África, la guerra Siria o el reciente desastre sufrido por Filipinas, nos dan la medida de una sociedad española que sabe ser generosa, a pesar de los recortes, la recesión económica y la nueva miseria. Y lo mismo que somos los reyes de las dádivas, también somos los líderes en donación de calzado y ropa usada o en voluntariados de todo tipo. Qué es para el que da el bocadillo, donar un poco de su tiempo, sobre todo ahora después de las últimas reformas laborales.

En este dechado de buenas acciones y virtudes, porque no dar un paso más y regalar vida. A pesar de la crisis y la merma galopante de los servicios sanitarios, España sigue siendo desde hace 21 años la primera potencia mundial en donación y trasplante de órganos, como lo certifica el Registro Mundial de Trasplantes. Este liderazgo mundial es en cierta forma lógico, quien se desprende de la cartera y la ropa, también es capaz de regalar sus ojos o el corazón. El año 2011 batimos el record mundial con 1.667 donantes y 4.218 intervenciones, y el año que discurre mantiene cifras similares. Sólo el pasado año se efectuaron 2.551 trasplantes renales, 1.084 hepáticos, 247 cardiacos, 238 pulmonares, 83 de páncreas y ocho de intestino, aumentando gradualmente la donación en vida, como ocurre con la donación renal de vivo, que ha alcanzado máximos históricos con un total de 361 trasplantes. No sólo donamos sangre, semen, cabello, óvulos, tejidos u órganos, también está aumentando progresivamente la llamada donación en asistolia, de aquellas personas que muertas cerebralmente se hacen donantes sobre la marcha. Este parece ser el futuro de los trasplantes en nuestro país, mientras no termine de perfeccionarse las nuevas tecnologías con células madre y los órganos artificiales.

Y puestos a darnos a los demás, porque no donar el cuerpo entero. España ya es el cuarto país a nivel mundial en donación de cadáveres a al Ciencia. Y esto es un dato muy importante, pues como reconocen los doctores de anatomía españoles, el progreso de un país se puede medir por el número de muertos que se donan a las Facultades de Medicina. Si hace unos años existía una fuerte demanda, hoy las Facultades y Morgues están saturadas de muertos y ofertas, quizás por la mayor concienciación social, pero también por las secuelas de la crisis. No son pocos los que se han sacado el carné de donante ante los más de dos mil euros que cuesta de media un sepelio. Andalucía ronda ya los 180 cuerpos en sus cuatro facultades de Medicina, todas ellas al límite de su capacidad, y en lista hay cerca de 3.500 donantes. Como reconoce Francisco Archilla, coordinador del depósito de cadáveres de la Facultad de Medicina de Granada: “Hace unos cuatro o cinco años tuvimos que hacer un llamamiento porque faltaban cuerpos y ahora tenemos entre 10 y 12 donaciones al mes”.

Además para la donación no hace falta llegar al postrero acto de la muerte o acudir al socorrido testamento, en los registros de Manifestaciones Anticipadas de Voluntad de toda España, están creciendo las donaciones desinteresadas, especialmente para ahorrar gastos de funeral y seguros a los familiares, y de paso, para ser generoso más allá de la vida. Así somos los españoles de desprendidos, que “le cargamos el muerto a otro”. Si durante los años setenta y ochenta los jóvenes estudiantes de medicina estudiaban “anatomía escandinava”, pues casi el 80% de donantes eran extranjeros y personas sin recursos, hoy la estadística ha dado la vuelta. Las campañas de concienciación en geriátricos y la falta de euros están cambiando tendencias y costumbres atávicas. Quien iba a pensar sólo hace unos años que la cremación cubriera casi el 50% de las defunciones actuales, pues con la donación de cuerpos está ocurriendo otro tanto.

En fin, que estamos saturados de muertos que dan vida y de vivos que se hacen los muertos. Lejos quedan los profanadores de cuerpos en cementerios o las donaciones por carencias económicas, como fue el caso del escritor Gerald Brenan, que estuvo flotando desde 1981 en una bañera de formol de la Universidad malagueña durante catorce años antes de recibir cristiana sepultura. Pero ya saben ustedes, las conciencias cambian y son muchos los que hacen un guiño a la Ciencia al final de su existencia, donando su cuerpo, y ejemplos tenemos con el periodista Haro Tecglen o la presentadora Marisa Medina – por citar algunos. Eso sí, sepan que cuando se decidan a donar su cuerpo, no sirve cualquiera. Se excluyen los cuerpos fallecidos en accidentes, muertes violentas o en los que exista intervención judicial. También se desechan los que han sufrido autopsias y a los que se les ha retirado diferentes órganos para su trasplante (exceptuando los ojos), al que se le han amputado las extremidades o el que tiene una cirugía extensa, o gran obesidad. Los que han padecido cáncer o cualquier enfermedad degenerativa, también sirven, pero tienen antes que pasar una cuarentena y luego unos cuantos años sumergidos en líquidos conservantes.

El avance científico ha dejado a un lado el formol y hoy en día los cadáveres se suelen conservar en grandes cámaras frigoríficas, no usándose habitualmente hasta pasados dos o tres años después de la muerte. Y toda esta parafernalia para que hagan prácticas los futuros galenos, cortando, cosiendo, extirpando y tocando; primero estudiando el aparato locomotor, luego la parte visceral y finalmente la neurológica. Sepa también que no sólo su cuerpo servirá para trasplante de órganos, donación de tejidos o ilustrar las habilidades médicas, también cabe la opción de donarlo para la simulación de accidentes o pruebas de choques en la industria automovilísticas, sustituyendo a los caros muñecos anatómicos de prueba. También puede ceder su cuerpo a las fuerzas de seguridad, para la investigación de homicidios, como ocurre en el Centro de Antropología Forense de la Universidad de Tennessee, donde existe la llamada “Granja de Cuerpos”, dispersos en un amplio radio pudriéndose a la intemperie. O a lo mejor le interesa más donar su esqueleto, muy usado en anatomía forense; incluso existen amplias colecciones de esqueletos, como la del Museo Maxwell de Antropología en la Universidad de Nuevo México.

Finalmente, y para rizar el rizo, puede ceder su cuerpo a un corredor de cadáveres, sacándose unas pelillas sus familiares, tras ser vendido o cedido por partes a diversos proyectos y estudios. Todo un negocio que en EEUU llevan a cabo varias compañías de corredores de cuerpos como Science Care, Anatomy Gifts Registry o BioGift Anatomical. Y si lo que quiere es una gira final y apoteósica de museos, sólo tiene que descolgar el teléfono y llamar a Gunther von Hagens, que someterá su bonito cadáver al método de la “plastinación”, a medio camino entre la medicina y el arte.

Quien dijo que no existe actividad después de la muerte. Nuestro cuerpo, donado o vendido, tiene muchos fines y otras existencias, lo caro siempre es mantenerlo en vida, y más en los tiempos que corren.

“La muerte es una amarga pirueta de la que no guardan recuerdo los muertos, sino los vivos”.

Camilo José Cela, escritor ( 1916 – 2002 ).

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