Entre juegos andan los pillos


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Rafael Fenoy Rico | Secretario de Comunicación Educación de la Confederación General del Trabajo (CGT)

Aunque, en esto de jugar, más bien jugamos los no tan pillos, ya que el común del personal, salvo excepciones, que claro existen, juega a algún juego de azar. Y se juega bastante, y no sólo buscando los sueños, que no son baratos ni caros, aunque quien paga la publicidad -quien hace el “agosto” con los juegos- los asocia a riqueza y ostentación.

Cuando alguien se empeña, con aquello que la diosa fortuna pueda depararnos, el sueño suele ser quimera que en nada se relaciona con lo real. Por eso el que juega para hacer posible sueños quiméricos sufre, después de perdido el dinero, sólo un ligero desengaño. Porque engañado, muy engañado, no iba a la compra del cupón, décimo o quiniela.

Por el arte de marcar unos números o elegirlos, hay quien supone ha hecho todo lo necesario para que la diosa “suerte” le acompañe. Y, claro, los sueños que se sueñan con los números de la suerte, sueños son. Y más bien caros, nada de baratos, porque aunque la apuesta sea “pequeña”, sumando lo pequeño se hace un todo que, en años, nada de pequeño tiene. Un simple cálculo permite dimensionarlo: Partiendo de un supuesto en el que una persona juega 10 euros semanales, en cada una de las 52 semanas del año y añadiéndole un extra de 100 euros, entre la lotería de navidad y el niño, dedicaría 620 euros anuales. Si a esta cifra, que se antoja no excesiva, aunque en algunas familias representa la décima o duodécima parte de lo que entra en casa, le aplicamos una regla de interés compuesto, en 30 años se acumularía la nada despreciable cantidad de 2400 euros. Si al año siguiente se acumulan los otros 620 euros que corresponden, el móntate total de ahorro sería de 3700 euros en los 30 años. Si esta operación se realizase cada uno de esos 30 años superaría con creces los 50.000 euros. Un capital para millones de hogares. Podría concluirse que al NO JUGAR ya se ha ganado, pero esta ganancia sólo se materializa, si lo que no se juega se ahorra, por ejemplo en Bonos del Estado.

Los pillos que andan en juegos, son los que no juegan, pero organizan las apuestas, porque de eso se trata. Estos pillos, en el fondo y en la forma, pretenden, y lo consiguen, apropiarse del dinero de los otros, de los que juegan, y siempre hay una empresa que se lleva la comisión por cada apuesta. Esta es siempre la que gana. Porque el inocente que gana hoy, pierde mañana, y de esta forma el círculo infernal del robo a los que no hacen trampas, a los que no tienen información privilegiada, a los confiados, ingenuos, cándidos… se consuma y se cierra.., también en el gran juego que es la Bolsa, que nada crea y que, sólo a algunos, engorda. Y la banca, también juega, con sus productos estrellas, con fondos referenciados a lo que valga el índice tal o cual, en 10 o 20 años… que casi siempre se estrellan.

Y se le da la bienvenida al negocio del juego y el político de turno se felicita, y el mismo Estado organiza juegos recaudatorios e incluso las leyes dicen pretender regularlos Se persigue por ejemplo al trilero y se homenajea al bróker o al banquero. Cuanto utópico empeño en poner puertas al campo, porque los que de verdad juegan, a esto de ganar dineros, se les antoja que el “azar” es más que predecible, por mucha ley que se ponga.

Y como de los pillos es el juego, se ofrece al respetable la posibilidad de jugar hasta en las urnas, donde cada papeleta suena a apuesta que en la mayoría de los casos, como si de juego se tratara, acaba en desengaño, aunque gane la partida la opción elegida. Porque el mundo real, de quienes a diario buscan el sustento de sus familias, nada tiene que ver con los juegos y menos estos que de azar nada tienen y si de manejos torticeros.

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