Iguales y sin embargo diferentes

>

 

Rafael Fenoy Rico | Secretario de Comunicación Educación de la Confederación General del Trabajo (CGT)

Palabras, siempre palabras, que forman, con otras, inmensos bosques ideológicos o incluso una sola es capaz de crear constelaciones semánticas. En esta ocasión son dos que pareciendo tan antagónicas, en un contexto determinado se complementan necesariamente. En lo político social es notable el uso que de ellas se hace. El sistema político definido en la Constitución de 1978 se fundamenta en el concepto de igualdad de las personas ante la ley, exceptuando al monarca. Igualdad de derechos y de deberes sin embargo, en las mentes de no pocas personas, en esto de ejercer el derecho al voto, se instala la duda o convicción de que personas diferentes de las denominadas “normales” deberían no tener ese derecho. -Ancianos, jóvenes o adultos aquejados de graves limitaciones ¡también votan! –dicen. Hay incluso quienes sostienen que tampoco deberían votar aquellas personas con rentas bajas. Se instala en esas mentes “inquisitoriales” un profundo sentimiento aristocrático que les permite desdeñar la diversidad inherente al ser humano.

El principio de igualdad ante la ley se ha desarrollado históricamente partiendo de la existencia de la desigualdad ante ella. Tiempos de esclavitud y dominación han ido abriéndose paso, mediante ingentes fuerzas liberadoras hacia una concepción de la igual dignidad de las personas a pesar de ser diferentes unas de otras. Afirmar la igualdad por tanto requiere asumir las diferencias. Porque tratar de manera igualitaria a quienes son distintas supone renunciar a la justicia. Y es precisamente este tipo de injusticia el que está a la orden del día. No es fácil resolver las contradicciones que entre ambos conceptos, Igualdad y diferencia, se generan cuando se encarnan. Asumir que las diferencias sostienen la diversidad sin perder la igual esencia de humanidad es lo que permite delimitar la justicia.

Por otro lado se encuentran quienes invocan la igualdad como elemento uniformador de creencias y comportamientos. Ese enfoque niega las diferencias, la diversidad es el enemigo a abatir, siendo esta consustancial a la esencia humana. Tanto el liberalismo como el autoritarismo son exponentes de “soluciones” que erradican la igualdad y la diferencia. El liberalismo renuncia a la igualdad atribuyendo a cada persona la responsabilidad exclusiva de ser diferente de otras. Los ideólogos del liberalismo suelen ser personas triunfadoras, hechas a sí mismas y por tanto engreídas de su poder. El autoritarismo niega las diferencias en aras de un igualitarismo injusto y sobre todo definido, estructurado por las élites que de esta forma cercenan cualquier brote discordante con el único mensaje posible y por tanto tolerable. Las diferencias, las discrepancias, las incoherencias son resueltas mediante el extermino de los “no iguales”, según sus dogmas. Al fin y al cabo liberalismo y autoritarismo son las caras de la moneda llamada intransigencia.

Noticias de la Villa y su empresa editora Publimarkplus, S.L., no se hacen responsables de las opiniones realizadas por sus colaboradores, ni tiene porqué compartirlas necesariamente.

Noticias relacionadas

 
17 mayo 2024 | José Antonio Hernández Guerrero
La relación entre la Biología y la Ética
 
17 mayo 2024 | Patricio González García
El futuro es ayer
 
14 mayo 2024 | Álvaro Moya Tejerina
El “harakiri” de Los Barrios 100×100