EN ROJO Y NEGRO

Innovar las innovaciones y el Internet de las Cosas (I)


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Que la ciencia avanza que es una barbaridad, ha venido siendo cierto desde hace muchos, muchos años. Pongamos como referencia la máquina de vapor que desde el siglo I (d C) que se aplicó para mover las puertas de un templo al encender un fuego “sagrado”, una especie de “mando a distancia”. Magia, divertimento, “milagro” …  Aplicado este invento, a finales del S XVIII a los procesos productivos, revolucionó la realidad de las fábricas, creando el concepto “Revolución Industrial”, conforme se extendía su uso. La entrada de estos “ingenios”, como se les llamaba, en las empresas, donde el trabajo humano era esencial, produjo una enorme y trágica pérdida de empleos. Las personas obreras vieron esos artefactos como sus “enemigos”, ya que una sola máquina quitaba el jornal a decenas de personas. Y en aquellos tiempos, sigue pasando en determinados lugares, sin jornal no se comía. El uso, que hacían los capitalistas de las máquinas, generaba hambre, desesperación, enfermedades por malnutrición, venta de hijos e hijas (proletario= el que vende la prole), migraciones por millones.  Si la entrada de las maquinas hubieran reducido la carga de trabajo de las personas, es decir, se hubiera acortado la jornada laboral, se hubieran reorganizado determinadas tareas que sólo las maquinas realizarían… si se pensara en términos de humanidad, nada de estas tragedias se hubieran producido. Pero quienes compraban las máquinas tenían muy claro que el objetivo era amasar más dineros, a costa de lo que fuese. Después de más de 200 años esta mentalidad capitalista no ha variado un milímetro. Es más, se ha reforzado.

Por otro lado, las gentes de dineros comenzaron a impulsar la “investigación” y reclutaron un ejército de científicos que, obsesionados con descubrir, con aprender, no se percataban que el fruto de su esfuerzo investigador era secuestrado en forma de patentes por quienes con dinero las compraban. Y el conocimiento acabó convirtiéndose en “mercancía” que se compra y se vende, perdiendo toda relación con la ética.  De hecho, cuando de máquinas se trata, quienes las inventan se obsesionan con el invento, sin percatarse de las consecuencias que su aplicación, en el mundo real, pudieran ocasionar.  Los mayores problemas que aborda la humanidad en estos momentos (Cambio climático, desforestación, guerras…)  los crean personas que, con sus artefactos, sus engendros, alteran la hasta entonces cotidianidad de las vidas de las gentes, algunas veces con el pretexto de hacerlas más llevadera.  No en vano, y en bastantes ocasiones, hay que encontrar, casi a la carrera, otras cabezas pensantes que resuelvan los desaguisados que las “innovaciones”, aplicadas sin mucha precaución, generan.  En fin, que aquello no empezó con buen pie y sigue su alocada carrera hacia adelante, a pesar de que la historia es conocida y sigue sin corregirse el grave error de aplicar la máxima: “Si es posible crearlo es necesario aplicarlo”.  Como dice el humorista “Mota” – ¡Cuidaooo… Cuidaooo…!   ¿Hay alguna persona, que piense, que ante cualquier nuevo invento hay que pensárselo unas cuantas veces?  En un mundo mercantilizado hasta el paroxismo, agobiado por la constante competitividad – ¿Cómo se le ocurre a Vd. proponer que se esperen a desarrollar el nuevo producto? – ¡Oiga!  La competencia es implacable y ya se sabe que “camarón que se duerme, se lo lleva…”  Los manuales de estudios empresariales siguen insistiendo en que “Hay que aplicar rápidamente y seguir investigando porque la vida útil de las innovaciones, en los mercados es muy efímera”. Y se aprecia día a día que llega otra empresa y lanza un producto similar, “mejor”, “más barato”, en un plis plas…  ¡Hay que aprovechar!  El elemento sorpresa, un buen marqueting, buenos resultados el primer año, cotizar en bolsa y vender en cuanto estén lo más altas posibles las acciones…  ¿Para qué?   -¡Hombre….!  Para invertir las ganancias en nuevos proyectos que funcionen más o menos igual e ir atesorando unas cantidades de cientos o miles de millones en pocos años. Se recomienda conocer un cuento que narra muy bien Carlos Taibo, profesor jubilado​ de Ciencia Política y de la Administración en la Universidad Autónoma de Madrid, muy fácil de encontrar en Youtube (https://www.facebook.com/SpanishRevolution/videos/la-par%C3%A1bola-del-pescador/579475946621872/). Una versión más humorística, “Historia del anciano pescador”por el Capitán Lara, puede escucharse en una tertulia radiofónica recientemente emitida.   https://www.youtube.com/watch?v=DghdlWrDQws. Evidencia esta “parábola” el sinsentido de las alocadas carreras hacia el “progreso”, cuando de vivir, simplemente disfrutar del tiempo de vida, se trata.   Hasta aquí un excesivo preámbulo, para un texto que está medido, y que obliga a dejar para otra ocasión el análisis del avance de las IoT (Internet off Things. Internet de las Cosas) una rama de la IA (Inteligencia Artificial), que viene a cuento por la reciente noticia que relaciona a una empresa espacial con la vecina ciudad de La Línea de la Concepción. La empresa es FOSSA Systems, creada por el sueño utópico de un joven linense de 16 años, Julián Fernández, que se propuso hacer más accesible el envío al espacio de micro satélites para el uso de las loT.  Y como ya está aquí el Internet de las Cosas cabe hacerse más de una pregunta por el impacto en las vidas de quienes los adquieren: ¿Les ayuda a relajarse, a disfrutar de momentos personalmente gratificantes en soledad o en compañía de seres queridos; o acelera el ritmo de hacer más cosas en menos tiempo? Y, por qué no, ¿Cuál es la cruz de estas nuevas tecnologías?

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