La Crisis rescató a la Cuchara


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Ángel Tomás Herrera | Licenciado en Derecho

Mientras que el Gobierno muestra como un triunfo el no haber agotado la línea de crédito de 100 mil millones de euros abierta por la troika, para el rescate de una banca española, que sólo ha tenido que utilizar 41.500 millones, repartidos entre “bancos malos y buenos”, los españolitos de a pie nos esmeramos diariamente en buscar algo que echarnos al estómago. Desde el comienzo de la crisis, no sólo hablamos de recesión económica, corrupción política, monarquía corrompida, desempleo galopante y descomposición institucional, sino que también podemos hablar de separatismos, excarcelaciones, recortes, crisis de valores, regresión de derechos, y como no, de pobreza y desnutrición generalizada. Parece mentira que haya hogares en esta España del siglo XXI donde se vuelva a pasar hambre.

Con una deuda pública galopante que supera los 250.000 millones de euros, nadie está para tirar cohetes ni para hablar de triunfalismos, más bien deberíamos guardar sosiego y precaución. Y eso que el Gobierno, con el Señor de Guindos al frente, nos vende la moto de que hemos tocado fondo, sin que nadie tuviese que rescatarnos. Lo que no tiene en cuenta el ex directivo de Lehman Brothers es que en el fondo estamos todos ahogados ya. Además, que no sigan tapando el sol con un dedo, toda la pasta que se ha llevado y lleva la banca qué es, un regalo por las “cláusulas suelo”. Quizá en la Cumbre Europea no se considere necesaria una prórroga del rescate español y quizás muchos piensan que hemos tocado fondo, pero lo que nadie discute y es evidente, es que aún vamos a seguir bastante tiempo padeciendo. Ya lo he dicho en otras ocasiones, la crisis provocada motiva un rescate que se articulado con los bancos, pagando esta tropelía al final los ciudadanos, con sus impuestos, recortes, despidos y reformas de toda índole. Aquí unos ponen la mano, y otros, con perdón, el culo.

En toda esta vorágine de recortes, miserias y regresión social por bandera, de efectos aciagos y duración incierta, lo único positivo que podemos contar es que la crisis ha rescatado a la cuchara. La falta de euros ha llevado a muchas familias a desempolvar las recetas de la abuela, a volver a los platos tradicionales más económicos, donde las protagonistas son las hortalizas, las patatas, las pastas y las legumbres, humeantes sobre un generoso plato. Ya lo venían advirtiendo los nutricionistas, la falta de medios económicos ha hecho caer el consumo y volver la vista a lo barato, que paradójicamente es lo más sano. Platos consistentes para llenar bien las barrigas de los que comen poco y cuando pueden.

Si Europa rescata la banca española con una cantidad de millones indecente, los españoles, huérfanos de paladines, han sido rescatados por la cuchara. Porque España siempre ha sido país de gran inventiva y mucha hambre, de gente llana que se busca la vida como puede y le dejan, de pícaros gorrones, de esos que decía Quevedo, son “susto de los banquetes, polilla de los bodegones, cáncer de las ollas y convidados por fuerza”.

Las sopas frías en verano y los potajes de legumbres en invierno, son el menú diario para muchos hoy. La crisis ha provocado un cambio de estilo de vida, pero también un cambio gastronómico que rescata los platos de mesa de siempre, cuya presencia había descendido desde hace 15 o 20 años. Platos sabrosos y baratos, de elaboración sencilla y mayor valor nutricional. Y es que las crisis siempre han agudizado el ingenio y la industria, que en sus orígenes fueron lo mismo. Baste recordar los siglos XVI – XVII, prolíficos en autores y literatura, aciagos en miserias y hambrunas. Por entonces, el menú del día en conventos y abadías era la llamada “sopa boba”, hecha con mucha agua, hortalizas, mendrugos de pan y algo de vino blanco, mientras que la gran masa social se conformaba con comer dos veces al día; migas al amanecer y la llamada “olla podrida” al final de la jornada, pues no olvidemos que se trabajaba de sol a sol. Y esto para el que comía, pues como sentenciase el Buscón de Quevedo, “es cosa saludable cenar poco, para tener el estómago desocupado”.

Hoy España tiene más de cinco millones de desocupados, de ocupación y de estómago. Quien dijo que segundas partes nunca fueron buenas, cuando quien las anuncia es un buen puchero, cocido o fabada. Pasta al dente, coles tiernas, verduras variadas y legiones de lentejas y garbanzos por doquier. Platos de cuchara atemporales, pintados en los salones de las villae ponpeyanas y descritos con esmero por Marco Gavio Apicio, en su primer recetario de la historia, el De re Coquinaria. Platos con fundamento e historia, que tanta hambre han quitado a lo largo de los tiempos, y que vuelven a ser el menú principal y módico de tantas casas, del paladar de todo un pueblo.

Lo mismo que prolifera el arte culinario de lo barato y sabroso, y la picaresca del fiar de nuevo en las tiendas, la crisis también ha hecho aumentar exponencialmente el consumo de pan. Porque para todos estos platos de enjundia, no ha de faltar el pan o el chorizo, tan abundante en nuestros lares. Después de todo, lo más importante en los tiempos que corren es poder llevarse algo a la boca, que hoy en muchas casas de bien, como decía el Buscón Don Pablos, “cenaron y cenamos todos y no cenó ninguno”.

Mientras que la cazuela humea en la mayoría de hogares, aumenta también el número de españoles que se llevan al trabajo la cuchara y la comida en el tupper, y los negocios hacen su agosto con los platos elaborados de siempre. Ya lo decía Joan Miró, “para ser universal, hay que ser local”, y que mejor localismo que los platos de nuestra huerta, tan universales y de moda como nunca. Como pueden comprender y saborear muchos, no es verdad la frase “siempre nos quedará París”, la realidad nos ha demostrado que, después del paro y las vicisitudes, siempre nos quedarán los garbanzos de la olla, y mejor aún, si los acompañamos de un buen compango y una copa de vino español.

Recuerden, si la crisis amenaza con azotarnos el corazón y el pesimismo campa por sus fueros, sean positivos en su vida, pongan una cuchara en su mesa. Bon apetit.

“Ahora se cocina lo que hay cuando lo hay” – Armando Scannone, gastrónomo y escritor.

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