La diosa fortuna ha vuelto a pasar de largo por Los Barrios. La lotería de Navidad no ha dejado ningún premio de cuantía importante en el municipio. No obstante, seguro que más de un barreño ha pillado algún pellizquillo, por lo menos en la pedrea. Y a los que no nos ha caído esa breva siempre nos queda la ilusión de atrincar algo el próximo día 5 de enero en la del Niño, sorteo que, por cierto, en opinión de los entendidos, tiene menos solera pero reparte más suerte en metálico. La esperanza es lo último que se pierde… aunque, ¡ojo!, también se pierde. Más importante que el dinero son la salud y el amor y sentirse agradecido incluso cuando no se tenga mucho que agradecer. Eso se dice. Lo que significa que si, por ejemplo, te partes una pierna, has de dar gracias por no haberte fastidiado las dos, me explicó en cierta ocasión un viejo amigo. La fórmula, eso sí, funciona, puedo dar fe de ello.
Según esa teoría, antes que vernos sorprendidos por una lluvia de millones ?hablamos de euros, por supuesto ? es preferible que nos encontremos todos sanos y fuertes como robles ?menos mal que para ello ya contamos por fin con el flamante nuevo centro de salud? y que nos amemos todos, siquiera un poquitín, claro que sin sobrepasarnos. Conste, sin embargo, que yo no lo tengo del todo claro. Es verdad que el que no se consuela es porque no quiere, pero yo, lo reconozco, no entre mis virtudes, sino entre mis defectos, soy de los que se empeña en no consolarse.
Puesto a pedir buenos deseos, que es de lo que se trata, dadas las fechas, y ya que no nos ha tocado ni el gordo ni ningún flaco, lo ideal sería que para el año que se avecina hubiera mucho más trabajo y menos paro, a ser posible ninguno, y con eso por aquí bien podríamos darnos con un canto en los dientes. Los que ya lo tenemos con conservarlo y con cobrar puntualmente, mejor callados, siempre y cuando, por culpa de los jodidos mercados, no sigamos sufriendo más recortes de los estrictamente razonables. Me lo apuntaba hace días otro colega en una conversación de café. Como sigamos por este camino va a llegar el día que en lugar de cobrar tengamos que pagar por trabajar. ¡Uh!, eso le encantaría al Díaz Ferrán, ya saben el hasta hace unos días presidente de la patronal, y a su compaña.
Para los que gozamos del privilegio de ser trabajadores municipales el pago de las nóminas que se nos adeudan en los próximos días, antes de que acabe el año, sería, sin lugar a dudas, como un premio, teniendo en cuenta como está la cosa, y para la actividad económica local también, de paso. En lo que a este asunto respecta, por cierto, soy optimista, no por naturaleza, sino por necesidad, y doy por sentado que el cierre de la operación de crédito de los cuatro millones de euros en la que andan enfrascados Ayuntamiento y Junta de Andalucía saldrá adelante, si es que en el momento de escribir estas líneas todavía no ha sido así. No queda más remedio que salga. Dada la situación actual otra solución no cabe para la institución, por mucho que digan algunos tirando de su acostumbrada demagogia. Para liberar los recursos económicos necesarios con los que afrontar la emergencia del pago de los sueldos atrasados de la plantilla no se dispone, desgraciadamente, de otra alternativa. Hay, desde luego, quien se empeñó en poner todos los obstáculos habidos y por haber para que la medida no prosperase, y a ciencia cierta que, en lo que le competía, y por lo que sé, a punto estuvo de lograrlo. No voy a mirar ni a señalar a nadie, pero sí añadir una observación más para terminar.
Todo el mundo es consciente de que en el caso de que otro edil asumiera a día de hoy la alcaldía del municipio tendría que hacer lo mismo que Montedeoca está haciendo para abonar los salarios. Si los empleados municipales tuviéramos que esperar a que dieran resultado algunas de las brillantes ideas planteadas por algunos para hacer caja, como la de reclamar a Acerinox lo que supuestamente debe al Ayuntamiento a consecuencia de la famosa tasa por la retirada de los residuos inertes, asunto que se encuentra sub iúdice, una de dos, o no cobraríamos nunca, o lo haríamos quizá para cuando las ranas críen pelo.
Felices fiestas.
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