Mediación: La solución alternativa


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Ángel Tomás Herrera | Licenciado en Derecho

“No hay camino para la paz, la paz es el camino” – Mahatma Ghandi.

Desde que el hombre es hombre, los problemas y conflictos sociales han marcado su piel e historia. El carácter pendenciero ha modelado siempre nuestro comportamiento y las acciones de perpetua beligerancia. Conflicto y sociedad son caras de la misma moneda. Ya lo dijo Julien Freund: “el conflicto debe entenderse como relación social”, como “un enfrentamiento, choque o desacuerdo intencional entre dos grupos o entes de la misma especie, que manifiestan, uno respecto de los otros, una intención hostil, en general a propósito de un derecho, y quienes, por mantener, afirmar o restablecer el derecho intentan quebrar la resistencia del otro, eventualmente recurriendo a la violencia”. Diferentes autores como Coser, Marx, Zipper, Dahrendorf o Bobbio han definido el conflicto social, admitiendo que siempre está relacionado con la sociedad y la comunicación humana. Toda conducta es una forma de comunicación, y es imposible no comunicarse, hasta el silencio comunica. Por tanto el germen del conflicto, pero también las consecuencias de éste, nos conducen a una latente falta de comunicación entre las partes encontradas, en cuyo conflicto subyacen necesidades e intereses encontrados, cúmulos de prejuicios, rencores, venganzas, codicias y demás emociones y motivaciones. El conflicto siempre es una ensalada de aspectos sociales y psicológicos, una creación de nuestra inteligencia emocional que afecta por igual a las partes.

Para solucionar los problemas se ha utilizado usualmente la fuerza bruta o el peso de la Ley en forma de castigo judicial. Aunque al calor de las balas, siempre han existido alternativas de solución, voluntarias, carentes de violencia, legitimada o no, como es el caso de la mediación. Ejemplos históricos de esta justicia acordada de “hombres sabios”, chamánica y comunicativa, existen en numerosas sociedades, culturas y étnias, como son las civilizaciones persas y grecolatinas, las costumbres japonesas o las resoluciones mediadoras de la China Imperial, donde Confucio abogaba por la mediación milenaria en la resolución de conflictos a través de la persuasión moral. Una justicia mediadora tribal que aún pervive en las asambleas comunales o vecinales de diversas tribus africanas; en los mapuches chilenos o las comunidades aymaras sudamericanas y en las tribus indias nativas norteamericanas. Esas culturas étnicas entendían el problema como un conjunto más allá de las beligerancias de las partes. Como decía Aristóteles: “El todo es mayor que la suma de las partes”, y el proceso mediador siempre focaliza el problema como un todo, bajo la deseada mirada holística que nos recuerda Vázquez Flaquer. Muchos de los métodos de negociación y teorías actuales que estructuran la mediación, beben de aquellas fuentes tribales, de esos principios y valores populares, que ya hallamos en el famoso Ho´oponopono hawaiano: cada cual es el hacedor de su propia vida, y por tanto en cada uno residen los mimbres para solucionar sus problemas, y no en la actuación parcial impuesta y muchas veces injusta de un tercero ( juez o arbitro ).

Todas estas comunidades humanas, sobre todo aquellas que han sufrido menos el impacto de la Revolución Industrial, tienen como rasgo común una estructura orgánica de la sociedad propia, muy vinculada a la tierra, el trabajo y la familia, que llevan a resolver siempre sus problemas de forma pacífica y voluntaria, siguiendo unas pautas socialmente asumidas. En nuestro país han existido miles de ejemplos de “arbitraje” o mediación, desde las Partidas de Alfonso X hasta el “Consejo de Hombres Buenos ” de la Huerta de Murcia o el “Tribunal de las Aguas” de Valencia. La mediación siempre ha coexistido con nuestras guerras, aportando soluciones de forma modesta y eficaz, aunque cediendo siempre el protagonismo a la justicia de toga o a la espada del caballero.

Pero las sociedades evolucionan, y las crisis a veces sirven para abrirnos los ojos a todos. Según el CIS la confianza de los españoles en la Justicia y sus instituciones está actualmente por los suelos. La desconfianza generalizada deriva de la lentitud en los procedimientos, la congestión judicial, la falta de punibilidad, la injerencia política, los costes excesivos y la corrupción a gran escala, entre otros motivos. Por ello no es de extrañar que las personas miren con buenos ojos la mediación como solución alternativa a sus problemas. En la base de la mediación está la negociación y el consenso, siendo utilizada mayoritariamente en muchos países como EEUU, donde tiene una gran tradición. Es más, en la cuna anglosajona, la mediación presenta diversos enfoques o modelos en los que podemos mirarnos, como el método tradicional Hardvare de Negociación, el transformativo o el llamado modelo circular narrativo de Sara Cobb. Se suelen dar incluso combinaciones de mediación y arbitraje, y viceversa, todo para dar protagonismo a la decisión de las partes y buscar una solución acordada, fuera del ámbito judicial. Además las materias objeto de mediación son variadas, pues lo mismo tocan cuestiones de Derecho Civil, Mercantil o Penal, como tratan asuntos de Derecho Social, Concursal o Medio Ambiental.

En la mediación el protagonismo del mediador, su legitimación, se la dan las partes que acceden a la misma siempre de forma voluntaria. En la mediación se utilizan diversas herramientas: coaching, inteligencia emocional, comunicación verbal o no, modalidades de negociación, psicología gestalt, programación neurolingüistica, sistemas representativos, metalenguaje, rapport, uso del silencio, empatía… y una serie amplia de técnicas que necesitan de una previa y especializada preparación por parte del mediador, protagonista indiscutible del proceso mediador. En cierta forma el mediador, a la vez que impulsa soluciones acordadas y rubricadas por las partes, que se homologan legalmente y son extrajudiciales, sufre también un proceso de transformación personal. Cada mediador tiene su propia forma de proceder, siempre teniendo presente que no importa el problema, importa la solución, después de todo, como decía Quevedo: “Nada es verdad y nada es mentira; todo depende del color del cristal con que se mira”.

Actualmente la mediación en España lucha por consagrarse en esa otra solución alternativa de conflictos sociales, más rápida y barata, menos traumática, eficaz y voluntaria. En palabras de la Asamblea de Naciones Unidas, procesos como la mediación, cargada de valores, equilibrio, consenso y diálogo, nos dirigen inevitablemente a una Cultura de la Paz, que a su vez servirá para mitigar la violencia y las reacciones adversas que laten en el fondo de cada conflicto. La mediación se convertirá en un futuro cercano en esa cara amable del jurista, aunque es obvio que necesitará de un desarrollo legislativo mayor, publicidad suficiente y el impulso definitivo de las instituciones, para generar hábitos y una nueva concienciación social, que transforme nuestra sociedad del “pleito” en una sociedad del “dialogo”. La mediación ha abierto un camino sin retorno, una solución acordada y querida que atisba un futuro esplendoroso, en el que el eterno conflicto humano se podrá ver desde otra perspectiva: Aquella mirada que hemos olvidado en la noche de los tiempos, sin arcos ni flechas, sin sentencias ni violencia, al calor del fuego que descubrimos por casualidad un día.

“Los conflictos existen siempre, no tratéis de evitarlos sino de entenderlos”.

Lin Yutang

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