Navidades para el Recuerdo

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Ángel Tomás Herrera | Licenciado en Derecho

Estos días de encuentros, grandes excesos y fiestas concatenadas, son tiempo de alegrías, consumo frenético, deseadas uniones familiares y buenos deseos hacia el prójimo. Uno que ya ha vivido más de cuarenta Navidades, y que ha cambiado las nieves por el sur, estas fechas del calendario, además de ese cariz hogareño y furor de ilusiones, tiene mucho de tiempo pintado de melancolías, recuerdos y añoranzas. Y lo digo en voz alta porque estoy seguro que a más de uno de ustedes le pasará lo mismo. Eso de que cualquier tiempo pasado fue mejor, quizás tenga mucho de verdad hoy, trascendiendo el plano de la apreciación personal para convertirse en realidad social.

No quiero dejar de acordarme con estas líneas de las muchas familias que en estas fechas tradicionales no tienen una comida decente que poner en la mesa, y de las muchas asociaciones que dan la cara por ayudar a todo el que lo necesita. La falta de recursos, empleo y esperanza ha borrado la sonrisa de los rostros de muchos españoles en estos tiempos. Uno que se desdibuja entre la vorágine de cuerpos que deambulan por las calles de nuestras ciudades, no puede apartar la vista de la realidad que nos rodea, tan vergonzosa como ofensiva. Cuantos niños se acostarán sin comer, sin esperar la visita de los Reyes Magos. Ya son miles los españolitos, que emulando a sus abuelos, han tenido que irse lejos de esta España, que se desangra irremediablemente por culpa de una crisis zafia creada. La crisis de crisis, como la madre de todas las guerras, se empeña en quedarse junto a nuestro lado, expulsando del vientre patrio a tantos jóvenes talentos que migran a otros lares, cual estorninos cruzando el Estrecho. Muchos de ellos no volverán a casa por Navidad.

Superados las más de las veces por las circunstancias que nos han tocado vivir, celebramos estas fiestas de anuncio publicitario con el paroxismo vital de una vela que se apaga. Tras la opípara comida y el ruido de copas, son los cantes, los bailes y las conversaciones las que siempre preceden a las nostalgias. Porque nadie sabe que en ese instante fue feliz, salvo con el recuerdo que pare el tiempo. Somos muchos los que peinando canas, a eso de las tantas de la madrugada, nos embelesamos con las centelleantes luces del árbol navideño, quizás recordando otras Navidades distintas, aquéllas donde compartíamos mesa con seres queridos que ya no están, donde las risas eran las protagonistas, entremezcladas con imágenes pasadas de una sempiterna televisión, centro neurálgico de toda fiesta. Eran los tiempos de la infancia y del instante, de ojos de niño ilusionado y peladillas. A esas horas de la Noche Buena uno se queda tan mayestático como los indios de plástico que uno compraba en el quiosco de la esquina, con los ojos de la serpiente Kaa, hipnotizado por el reverberar de imágenes pretéritas, sonidos y aromas que sólo perviven en nuestros sueños, que sólo conoces tú.

En estos tiempos aciagos, quien no guarda buenos recuerdos de aquellas Navidades de su infancia y juventud, donde todo era posible, donde el mundo se hallaba al alcance de nuestras manos. La verdad, estarán conmigo, es una pena que no podamos guardar esencia de aquello. El fondo y armazón de aquellas ansiadas fiestas podría servir de mimbre de las de ahora, totalmente descafeinadas e invadidas de decoración cool y mensajes whatsapp. Hemos conseguido aislarnos en la burbuja tecnológica, dejando a un lado el calor gremial de la zambomba, el olor a anis y la carta cargada de deseos, tintada de puño y letra. Ya no escribimos siquiera las cartas a los Reyes Magos, pidiendo los Juegos Reunidos Jeyper o el Castillo de Playmovil. Hemos perdido en algún rincón los rotuladores Carioca, aquellos con los que dibujábamos la Pantera Rosa o Mortadelo y Filemón en los ratos libre, mientras nos merendábamos un Cola – Cao, viendo los últimos capítulos de Mazinger Z o la Abeja Maya.

Mientras uno discute consigo mismo y con resto del mundo acerca del canal con que se va a tomar las uvas de fin de año, no puede uno dejar de rememorar ojiplatico la tele que llenaba entonces nuestra existencia, con su transición del blanco y negro al color. Aquellos programas de masas porque eran los que habían para todos, como el Un, Dos, Tres o los programas del Hombre y la Tierra, con mi entrañable Felix, que junto con las aventuras de Jacques Costeau, despertaron en éste que suscribe tanta pasión y admiración por la Naturaleza y los seres que la pueblan. Son los recuerdos de la infancia de toda una generación, de tantas Navidades cosidas a nuestra piel, de conversaciones inacabadas con quien ya no está para escucharlas, que a veces la nostalgia estalla dentro del corazón, como si de un peta- zeta se tratase.

Sin olvidar que la felicidad es recordar, celebremos en unión de los nuestros estos días, y que los buenos sentimientos broten, haciéndonos mejores personas. Con recuerdos, sí, con añoranzas, también, pero no dejemos de ser nosotros mismos. Después de todo, nos ha costado mucho ser quienes somos para bien o mal, dejando a un lado del camino tantas Navidades, como casualidades tiene nuestra efímera existencia.

Les deseo de corazón unas Felices Fiestas y un Próspero Año 2014, lleno de salud, amor y felicidad. Que el trabajo no les abandone, y si así ocurre, que brille la Justicia. Es un deseo que espero se cumpla para cada uno de todos nosotros.

“La felicidad no es algo que experimentas; es algo que recuerdas” – Oscar Levant.

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