¡Ojalá se atrevieran!, por J. A. Ortega

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Aunque mucho me temo que no se le haga ningún caso, hay una propuesta de un grupo de vocales del Consejo General del Poder Judicial que me ha llamado poderosamente la atención, considero interesantísima y, cómo no, suscribo plenamente. Dicha propuesta, incluida en un informe sobre medidas para restringir los desahucios, entre otros fines, plantea la posibilidad de que parte de las ayudas destinadas a la banca ?ya saben, las que se supone van a llegar, y no llegan, con ese rescate procedente de Europa? sean no para las entidades financieras sino para los ciudadanos hipotecados. ¡Eureka! Celebro la idea. Y no únicamente porque sea yo uno de esos ciudadanos. Una similar ya me dio por apuntar a mí ?precisamente en uno de estos artículos que semanalmente publico en prensa? allá por enero de 2009, cuando el euríbor se nos iba por las nubes y nos debatíamos, o había quien se debatía ?seguro que lo recuerdan? entre hablar de crisis o de desaceleración y luego desaceleración acelerada.

Decía yo por aquel entonces que no estaría mal que una buena parte de los millones facilitados a la banca se destinaran a la cancelación de deudas de muchos españolitos, las de aquéllos, al menos, cuyos ingresos no fueran muy elevados en relación con la media ?léase renta per capita? y cuyo pasivo por tal concepto no excediera de una cantidad, digamos, más o menos razonable, pendiente de amortizar. Una ocurrencia esta de la que no debo ni puedo presumir, porque ni era en nada original, sino más bien la expresión del sentir general de la mayoría de la ciudadanía afectada por sobreendeudamiento, ni muy ortodoxa, lo reconozco.

Y decía también que con dicha medida se podrían conseguir dos objetivos importantes: por un lado, aliviar las cargas de las familias, lo que contribuiría a reactivar la demanda ?para mayor gloria de Keynes?, y, por otro, se disminuirían los niveles de riesgo crediticio asumido por el sistema financiero, inyectándosele, además, a este una cierta dosis de tranquilidad y de liquidez.

Quizá fuera aquello demasiado pedir, lo admito. Pero, bueno, lo de echarle un cable a gente que corre el peligro de perder su vivienda o su negocio e incluso caer en la más absoluta indigencia no creo que sea un ejercicio de demagogia, como podría juzgarlo alguien, desde una óptica ideológica distinta u opuesta, ni tampoco un disparate, por mucho que lo parezca.

En tiempos de la Roma de César, a la que ya más de una vez he hecho alusión desde esta tribuna, el estado condonó deudas de los ciudadanos y el imperio de occidente en lugar de hundirse duró todavía 500 años más. Claro, que de eso hace ya mucho. Los dueños de este imperio de hoy día no dan muestras de estar por la labor de permitir tal revolución, ni nada que se le asemeje, y quienes tienen capacidad para decidir, y desafiarles, no creo que se atrevan.

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