Para ellos la Champions


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José Antonio Ortega Espinosa | Periodista y escritor

Europa ha dejado de ser Europa. Ahora puede considerarse una extensión, la periferia, de la Gran Alemania. No la Gran Alemania con la que soñaran los pangermanistas del XIX y mucho menos aquélla otra que hubieran querido ver triunfar los nacionalsocialistas y sus nostálgicos. ¡Dios nos libre! Pero sí, en definitiva, una gran Alemania. Un imperio del siglo XXI, que extiende las fronteras de su influencia hasta más allá de los Cárpatos y los Urales por el este; hasta orillas del Mediterráneo por el sur; hasta el Atlántico por el oeste y hasta el Báltico por el norte.

Aunque, eso sí, un imperio económico y comercial, asentado sobre la base de lo que pretendía ser una Unión Europea, de cuyo liderazgo se apropiaron en cuanto consiguieron convertir el marco en el euro y éste en la moneda única, hecha a la medida y según las necesidades de su economía. Un vasto territorio en el que su pujante industria tecnológica y automovilística pudiera hacer negocio como lo ha hecho, con el menor número de obstáculos y limitaciones posibles, y su banca, campar a sus anchas, moviendo capitales con absoluta libertad y sin apenas coste, desde los Balcanes hasta la Península Ibérica y desde ésta a la de Escandinavia y sus alrededores, islas incluidas.

Estos alemanes, sí, señor, nos tienen comida hasta la moral. Y ni siquiera el fútbol, que era de las pocas vías que se nos ofrecían, nos sirve ya para desquitarnos de las afrentas que de cuando en cuando nos infligen.

Esta semana, sin ir más lejos, nos han dado la del pulpo. Soy madridista hasta la médula y me llevé un alegrón cuando el Bayer le endosó cuatro el martes al Barça. Afirmar lo contrario sería mentir como un bellaco. Así que se pueden imaginar el fiasco que me llevé al día siguiente, el miércoles, cuando el Borussia hizo lo propio ante los de Mourihno. Tanto que aún ando algo convaleciente por el amago de soponcio sufrido. Ahora, sin embargo, pienso que me haría muy feliz ver a los de Vilanova y Roura hacer la machada de meterle cinco a los muniqueses de Heynckes y al Madrid cargarse a los de Dormund. Todo sea para tener la final española en Wembley que nuestro orgullo patrio merece.

Ya sé que esto suena a gilipollés por mi parte, pero, de verdad, sería una gran satisfacción volver a ver que en algo les podemos a estos dueños de Europa y que hasta de cuando en cuando podemos sacarles los colores.

No es muy ortodoxo afirmar lo que voy a afirmar a continuación y va en contra de lo que hasta ha poco he creído. Aun así, lo hago.

Cada día estoy más convencido de que los estados del sur de este Viejo Continente, es decir, Grecia, Chipre, Malta, Italia, España y Portugal, deberían constituir un frente común y plantarse. Incluso tirarse un farol y amenazar con salirse del selecto club. Mandar a tomar viento a la UE, a Merkel, a Van Rompuy, a Durao Barroso, a Almunia, a Olli Rehn, a la Comisión y a todas sus leches. Ya sé que puede parecer esto una irresponsabilidad. Pero, ya saben ustedes lo que suele decirse, hay situaciones en la vida en que no queda otra que jugársela. Para situaciones excepcionales, medidas excepcionales. Apuesto a que, en tal caso, se bajarían del burro y dejarían de apretarnos tanto las tuercas, por la cuenta que les trae.

Como decía el otro día, con mucha guasa, no sé quién: “para ellos la Champions y para nosotros un respiro frente a la tiranía del déficit, los recortes y la austeridad”.

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