Perdiendo la afición

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Julio C. Pacheco | Los Barrios

Esta claro que como está el panorama de este país muchos, demasiados, hemos caído en la apatía más absoluta sobre los temas políticos. Nos dan el desayuno, la comida y también la cena, cual lavativa en ayunas. Lee uno las noticias y empieza a pensar que esto se ha convertido en la más vulgar de las corralas, nido de picaros y truhanes incluido.

Los que desde hace ya tiempo dejamos de asistir a las reuniones de nuestra comunidad de vecinos, vemos con estupor que todo lo malo se contagia. Recuerdo todavía la última a la que asistí hace años. En ella se perdieron las formas. Se llegó al todo vale, se acordaron de los difuntos de alguno, a las descalificaciones menos imaginativas, llegando a pensar alguno que el resto éramos todos clientes de GAES; aunque de seguir así nuestros tímpanos habrían terminado siendo `carne de cliente´ para un buen audífono. Alguien había confundido el aumento de los decibelios con la razón de sus argumentos. Ni orden del día, ni la madre que les parió. ¡Aquí mando yo y mis ovarios! (Puede sustituirse por huevos, para que no haya suspicacias de género). ¡No sé ni de lo que hablo, pero hablo! Orgásmica demostración de egolatría personal en dosis de elefante, que les hace pensar que eso de pedir `la paz y la palabra´ es un simple eslogan publicitario para vender un nuevo modelito de teléfono móvil.

Pero cuando esto llega a la vida política, especialmente porque la pagamos entre tod@s, y no precisamente a precio de comunidad de vecinos, ya se convierte en la mayor de las perversiones. Sólo basta darse una vuelta por la calle para ver el panorama. Sólo hace falta conocer el drama, no pocos ya en este país, de los que las están pasando canutas. Numerosas manifestaciones de los que se sienten huérfanos del sistema. Si elijo un abogado, un fontanero o un médico espero que sea ante todo profesional. Que esté a la altura de la situación y sepa hacer su trabajo. Los sillones no son de su propiedad y cuando hablan o callan, lo hacen en representación de muchos. Que lo otro serían salvapatrias, populistas libertarios o todo lo contrario; y en esta ocasión nos jugamos demasiado. Por lo que les ruego que no nos hagan perder toda la afición, que ahora más que nunca se ha convertido en necesidad.

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