Por el mar corre la liebre


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José Antonio Ortega Espinosa | Los Barrios

Todos nos podemos encontrar a lo largo de nuestra vida con tipos y tipas que en algún momento hacen alarde de un mayor o menor grado de desfachatez. Nadie está libre de ése ni de ningún otro pecado. Y un servidor puede dar fe de ello.

El problema, no obstante, se presenta, y se agrava, cuando la desfachatez parece no tener límite nunca y, para colmo de males, quien la lleva a gala es alguien que se dedica a la actividad política. Éste es el caso de la persona a la que me voy a referir a continuación y que más de uno puede ya imaginarse. El señor Jorge Romero, actual alcalde de Los Barrios, cuyas palabras, cuyas formas, cuyos gestos a diario le delatan.

En el tiempo que lleva al frente de la alcaldía de este municipio, que no es mucho, afortunadamente para los barreños, ya ha dado múltiples muestras de cuál es su talante y cómo las gasta. También es verdad que ya apuntó maneras durante los ocho años que estuvo en la oposición y muchos nos dimos por avisados.

Podría traer a colación aquí unos cuantos ejemplos acerca de esto que afirmo. El intento de cambiar a su antojo, y por su propia cuenta y riesgo, el escudo de la Villa, saltándose el procedimiento, o la bravuconería exhibida en medio de la Plaza de la Iglesia ante la gente a la que pocos días después despediría ilegalmente. Por no hablar de cómo manejó y llevó a cabo el cierre de las empresas municipales o cómo ha chuleado y chulea a los representantes de los trabajadores. La lista sería interminable. Y eso que no lleva en el cargo ni dos años. Aunque con sólo reproducir cierta frase del patético y decepcionante discurso que pronunció el día de su toma de posesión bastaría para sostener mi tesis. Ya por entonces –seguro que habrá quien lo recuerde– dejó alguna que otra seña de la obsesión por los cadáveres y el gusto por la carroña que compartía con no sé qué amigo suyo de partido, aunque sólo fuera en sentido figurado.

Pero me van a permitir que me remita a lo último y que, como todo lo antes mencionado, tampoco tiene desperdicio. “La Romería de este año ha sido la mejor de toda la historia”, ha dicho el tío esta semana sin cortarse un pelo. Y, aun así, no me sorprende que todavía, a estas alturas, haya quien le disculpe, le defienda y le ría las gracias. Incluso en ese equipo de gobierno al que ridiculiza y ningunea. A menos que no sea ni una cosa ni la otra pasarse por el forro todo el organigrama municipal y dedicar una hora todos los días a inspeccionar personalmente el trabajo de los empleados municipales, como si no hubiera concejales delegados, ni encargados, ni responsables de departamentos.

Claro, la Romería de este año, sí, señor, ha sido la mejor de toda la historia. Su ilustrísima es el mejor alcalde que ha tenido este pueblo. Y yo soy el tío más guapo y más inteligente del mundo mundial. Vamos, Míster Universo. ¡Hay que joderse! Desde luego, yo no sé si la de este año ha sido la mejor. Lo que sí sé es que la del año pasado a punto estuvo de ser un desastre.

Todo el mundo conoce chispa más o menos cuál es la historia de esta celebración festivo-religiosa y popular que emprendió su andadura allá por 1964, a iniciativa de la Hermandad de San Isidro Labrador. Y conoce también que es Fiesta de Interés Turístico Nacional desde el año 2007, gracias al buen hacer de la citada entidad, de la mano de quien es su Hermano Mayor, don José Álvarez Vázquez, y, sobre todo, al apoyo que le brindó el Ayuntamiento de Los Barrios, siendo alcalde Alonso Rojas Ocaña, que se desvivió, por cierto, para que dicho logro se alcanzase.

Apuesto lo que quieran a que después de la feria nos viene con las mismas y encima nos cuenta algo así como que le ha sacado hasta dinero. Como dice la canción, por el mar corre la liebre y por el monte la sardina…

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