¡Suerte, maestro!, por J. A. Ortega

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Desde que allá por el mes de agosto se le tributara un merecido homenaje en la plazoleta San Isidro de Algeciras, al que me resultó imposible asistir, tenía yo pendiente dedicarle el mío en particular, como muestra de la gratitud que le debo. Estoy hablando de Juan José Téllez. El periodista y escritor campogibraltareño que hoy es Director del Centro Andaluz de las Letras.

Yo conocí a Téllez allá por el año 1995, cuando él dirigía el diario Europa Sur ?¡qué tiempos aquellos!? y yo empezaba a trabajar para el citado periódico cubriendo la información relacionada con Los Barrios, así como aquella otra que se me encargara cubriera expresamente. Le recuerdo en su despacho con el auricular del teléfono sostenido entre el hombro y la cabeza, intentando mantener una conversación con alguien al otro lado del hilo, o más bien manteniéndola, tecleando al mismo tiempo en el ordenador y atendiéndome a mí como recién llegado. Y recuerdo también parte de la conversación que aquel día mantuvimos, una breve y muy somera reflexión sobre la relación entre literatura y periodismo. Pero lo que más me llamó la atención ya entonces fue su afabilidad, su accesibilidad y su sencillez como persona. Esa impresión se me quedó grabada y cuando salí de aquella primera entrevista con él me dije: “Este tío es un monstruo y, sobre todo, es buena gente”.

Téllez, lo he dicho en muchas otras ocasiones, tenía y sigue teniendo la pluma más brillante, ingeniosa y afilada que haya dado este oficio, no ya en el Campo de Gibraltar o en la provincia de Cádiz, sino mucho más allá de nuestras fronteras, y puede colocarse entre los mejores. Es un excelente escritor ?narrador, ensayista, guionista de radio y televisión, agudo analista de la realidad política y social que nos ha tocado vivir? y, sobre todo, un grandísimo poeta. Mas no un poeta convencional, si es que, poetas convencionales, haberlos, háylos, sino un poeta de los de verdad, en cuerpo y alma, valiente, experimentador, innovador, rompedor, imprevisible, profunda y hasta filosóficamente irónico, unas veces, o muchas, quizá, aparte de trascedente, muy especialmente al moverse entre lo cotidiano.

Con todo, más destacable aún que lo profesional en su personalidad es para mí, y para la mayoría de quienes le conocen, su faceta humana. Yo diría que es un hombre en el buen sentido de la palabra bueno, al más puro estilo machadiano. Un paladín de las causas justas, incluso, o sobre todo, las perdidas. Un hombre íntegro, comprometido con los que menos tienen, los desfavorecidos, los marginados, los oprimidos… Y no ya sólo por las razones que pueda dictarle su intelecto, sino por las que le inspira un corazón tan noble como el suyo.

En el terreno de lo personal yo siempre le estaré agradecido por el trato que me dispensó cuando era un novato y el ya un periodista consagrado, además de jefe, y por su predisposición a echarme un cable en mis aventuras literarias cada vez que me atreví a pedírselo. De hecho, fue Juanjo quien, en cierto modo, me dio la alternativa ?permítaseme el símil taurino? para iniciarme en este mundillo.

Me alegro mucho de la nueva etapa que ha recién emprendido y le transmito, cómo no, mi más sincera enhorabuena. Estoy convencido de que desarrollará una muy valiosa labor en pro de todos los que estamos implicados en la industria del libro en Andalucía, muy necesitada de un impulso y nuevas iniciativas. Y lo estoy también de que le esperan muchos y mayores logros aún que los hasta ahora cosechados en su dilata y exitosa carrera, porque ya ha hecho méritos sobrados para ello y porque capacidad y talento no le faltan.

¡Suerte, maestro!

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