NOVENA PROVINCIA

Suspiros de España

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El pasodoble más solemne y emocional que existe es sin duda Suspiros de España. El pasodoble nació sin letra, aunque luego le hicieron varias diferentes; las más conocidas son la que escribieron para que Estrellita Castro la cantara en una película y otra la que mandó escribir Concha Piquer. Y es que Suspiros de España es musicalmente la metáfora de un país en el que se habla mucho (la melodía) pero en realidad se dicen otras cosas (el acompañamiento y el contrapunto).

Y es una metáfora también porque España es una coña que unos se toman como drama, o bien es un drama que otros se toman a coña (yo soy de estos). Y lo que estamos viendo en estos días de pactos y negociaciones no es otra cosa que Suspiros de España. ¿Letra? Aquí los himnos no tienen letra.

Desde hace casi dos décadas, expertos, comentaristas, entidades de peso y trillones de conversaciones de barra de bar están en el acuerdo unánime de varias cosas, que al cabo son la misma: hay que revisar la estructura del estado, la relación entre los territorios, la jefatura del estado… Vamos, que urge reformar  la Constitución de 1978, o bien hacer una nueva porque las condiciones en las que fue redactada la actual impidieron que se hiciera bien.

Dice el refranero que no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy, aunque pudiera ser que ese aplazamiento sine die no sea desidia, sino intención de que las cosas permanezcan como están. En otros lugares se sigue la norma de Lampedusa («Si queremos que todo siga como está, necesitamos que todo cambie»). Ya no es que cambie todo, es que ni siquiera se hace nada de nada.

Y la conclusión es que hay unos poderes que están infiltrados en todas las instituciones políticas, civiles y hasta marginales a los que les conviene el status quo actual, porque cuando los más opuestos hacen propuestas radicales hasta pasarse de vueltas, en realidad siguen el juego, porque como su idea es imposible en la presente correlación de fuerzas, siguen enarbolando su discurso «insobornable», y a tirar un tiempecito. Lo vemos ahora mismo que se acercan elecciones: unos se plantan en el cambio de régimen, otros van a provocar donde no son bienvenidos y cada cual va a reforzar su electorado, que son cuatro años los que se juegan y no es cosa de quedarse en la cuneta por ser razonables. Si había alguna esperanza en los nuevos partidos, ya se ha diluido. Juegan a lo que jugaban los que ellos llamaban los de la vieja política. Si por una vez, la gente se lanzara a las urnas y hubiera una escasa abstención, estoy convencido de que las neblinas se disiparían bastante, pero no parece que las fechas propuestas inciten más a votar, todo lo contrario. Y seguiremos con la misma sensación de provisionalidad que llevamos desde 2008. Supongo que alguna vez esa ansiada transparencia será posible; si fuera ahora, habría que ir considerando la posibilidad de que los milagros existen.

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