También somos cojonudos

>

 

José Antonio Ortega | Periodista y escritor

La marca España está de capa caída. Es verdad que nunca ha sido de la más cotizadas. Bueno, al menos, desde el Siglo de Oro para acá. Si no desde un poquitín antes. De Los Pirineos para arriba casi todo el mundo nos ha mirado por encima del hombro. Aunque aquí siempre nos hemos sabido consolar apelando a nuestra muy singular idiosincrasia. Especialmente la graciosa, la salerosa, la torera… Y ya saben a esa frase tan manida Spain is different. Tópico típico, o típico tópico, que –as Spanish that I am– más que tocarme los cataplines me invita a sacar pecho, por cierto. Me invita a sacar pecho por aquello de que ser diferente es un reto que no debe despreciarse, sino más bien todo lo contrario. Siempre y cuando, eso sí, no incurramos en el error de adherirnos ciegamente a esa consigna que otorga mayor valor a la muerte que a la sencillez, para un servidor, todo sea dicho, bastante estúpida. En realidad, lo que sí me toca un poco los cataplines es que hayamos vuelto a ser el hazmerreír de Europa y que los que lo han conseguido, es decir, los que han hecho los méritos para que así sea nos traten de vender justo lo opuesto.

Días atrás leía un artículo periodístico que me ha llamado la atención. Tenía que ver con la opinión que de nuestro país se tiene más allá de nuestras fronteras. Concretamente, en el Reino Unido –o la pérfida Albión, si lo prefieren–, cuyos habitantes, además de flemáticos, suelen ser, y no lo digo por su estatura precisamente, un tanto estiradillos. Se trata de un editorial publicado en el Financial Times en el que se critica, y lo malo es que no sin fundamento, los elevados niveles de corrupción que sufrimos y, sobre todo, el amiguismo imperante dentro del gobierno que dirige nuestros destinos y su entorno. O el capitalismo de amiguetes, como acertadamente señala y no se cansa de repetir el actual secretario general del PSOE. Se explayaba en tales términos dicho diario aprovechando la excusa de una mención a la llamada trama eólica –el presunto pago de comisiones ilegales en la concesión de parques eólicos en Castilla y León– y la implicación de nuestro ahora embajador en Londres, Federico Trillo.

No es esta la primera vez que el Financial Times nos saca los colores. Ya lo hacía no hace mucho cuestionando la recuperación de la que presumen Rajoy y su gabinete y a cuenta de la flagrante manipulación política a la que son sometidos los espacios informativos en TVE desde que gobierna el PP. Y mucho me temo, por tanto, que no será la última. Pero lo jodido de esta vez es que esos ingleses un tanto altanerillos vuelven a poner el dedo en la llaga y con razón.

Sí, en efecto, vuelven a poner el dedo en la llaga, porque, por mucho que nos duela, los españoles seguimos siendo presa de un sinfín de defectos atávicos que en el pasado nos distinguieron y, si bien ha llovido mucho desde la época en que solo éramos admirados por nuestra pasión, nuestro romanticismo y lo maravilloso de nuestra cultura y nuestra folklore, continuamos siendo un país de caciques.

Así que esto de que desde fuera se nos señale tanto con el dedo por mor de nuestros pecados y nuestros vicios, más que excitar nuestro celo patriótico debiera avergonzarnos –por supuesto a quienes nos gobiernan, si vergüenza tuvieran, mucho más que al resto– y después, cómo no, invitarnos a reflexionar.

Quizá vaya siendo hora de que los españoles –y digo esto sin ánimo de dejar en mal lugar a nuestro muy insigne Unamuno– nos pongamos a inventar. A inventar, al menos, con aquella misma convicción y con aquel mismo ahínco con que en otro tiempo fuimos exploradores y descubridores.

Después de todo, también somos cojonudos.

Noticias de la Villa y su empresa editora Publimarkplus, S.L., no se hacen responsables de las opiniones realizadas por sus colaboradores, ni tiene porqué compartirlas necesariamente.

Noticias relacionadas

 
02 mayo 2024 | Rafael Fenoy Rico
Mas que techos, se derrumban en la Piñera
 
02 mayo 2024 | José Antonio Hernández Guerrero
Una amable invitación a la aventura, al diálogo y a la conversación
 
29 abril 2024 | Eduardo Briones
Casas cuevas