Una sinfonía que suena fatal

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Juan Luis González Pérez | Escritor y Analista

La inacabada crisis griega ha servido, entre otras cosas, para que profundicemos nuestros conocimientos de geopolítica de la dominación, de guerras sin tanques ni aviones, de terrorismo económico… y hasta de etimología lingüística. En efecto, no es ninguna novedad que buena parte de nuestro vocabulario tengan origen en la lengua helena. Una de estas palabras de raíz griega, seguramente la más repetida en el día de hoy es «sinfonía», que en griego significa acuerdo. A pesar de su origen, en castellano, el término sinfonía se refiere a una composición musical creada para ser interpretada por una orquesta.

El secreto para la interpretación de una buena sinfonía es la coordinación entre los miembros de la orquesta, un proyecto común donde todos van al unísono para que no haya ni estridencias ni desacoples. Sin embargo, en el caso del arreglo Grecia-Unión Europea no es creíble que pueda aplicarse esa denominación, ni en griego ni en castellano, por mucho que se empeñen en hacernos creer unos u otros.

Si a quien se ha erigido en director o directora de la orquesta, le importa un pimiento el resultado final de la obra y sólo quiere aparecer públicamente ostentando el poder frente al resto de músicos, mal vamos. Si la batuta es poco menos que un fusil y buena parte de los intérpretes tocan bajo amenazas a su integridad física, peor que peor. Pero si la mitad de la orquesta desea tocar otra melodía… entonces no se puede augurar nada bueno. Jamás saldrá nada bueno de este ensemble. Lo más probable es que nunca suene armónico y que acabe rompiéndose en pedazos.

Ninguna persona en su sano juicio puede pensar que en las 17 horas de encierro y acoso al gobierno griego todos acabaron asumiendo sin más la misma partitura y el mismo tempo. Un acuerdo no es una imposición violenta con el chantaje y la amenaza como armas de negociación. Como mucho se ha rubricado un armisticio en la guerra que el liberalismo mantiene contra el pueblo griego, pero no mucho más. La orquesta europea ya nunca tocará como antaño —si es que alguna vez lo hizo realmente bien—, probablemente haya recibido un mandoble que la ha herido de muerte aunque muchos no se hayan enterado aún. La auto proclamada y todo poderosa directora pasará a la historia como una triste dirigente, cuya profunda miopía y exacerbado nacionalismo le impidió formar parte de la construcción de un proyecto histórico que podría haber sido un faro mundial de democracia, bienestar, libertades… y armonía.

Que nadie se asombre con lo que le deparará el futuro a medio plazo a la orquesta europea. Ya se la oye desafinar como un gato en celo, pero esto es solo el principio. Yo también siento vergüenza de ser miembro de esta Europa.

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