Zahi Hawass: El Indiana Jones egipcio


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Ángel Tomás Herrera | Licenciado en Derecho

Zahi Hawass, arqueólogo afamado y todo una figura en la egiptología, actualmente se dedica a dar conferencias por todo el mundo y a seguir investigando. Cree que aún queda mucho por desenterrar en el Valle de los Reyes y en otros lugares de Egipto, como es el caso de la cámara funeraria secreta del faraón Keops, aún por descubrir en el interior laberíntico de la Gran Pirámide de Giza.

En el mundo de la arqueología Zahi Hawass es toda una leyenda. De reconocido egiptólogo a mito televisivo, Zahi ha sabido moverse con soltura entre los círculos de poder egipcios y las cámaras de la National Geographic Society. Su cara e indumentaria de Indiana Jones, les sonará de la reciente serie documental “Cazando Momias”, que emite Canal Historia, pero Hawass lleva a sus espaldas muchos libros y reportajes, fruto de una dilatada carrera de investigación y descubrimientos, que lo han catapultado a mito internacional.

El “Faraón” – como le suelen llamar sus colegas –, ya de forma temprana encabezó un movimiento orientado a devolver a Egipto muchos de los antiguos objetos egipcios que se encontraban en colecciones públicas y privadas de todo el mundo, algunos en museos españoles. Fruto de excavaciones foráneas e invasiones, de Egipto se han sacado a lo largo de la historia innumerables piezas, que hoy forman parte de las exposiciones de museos tan importantes como el Museo de Arte de Viena, el Museo Egipcio de Berlín, el Museo Egizio de Turín, el British Museum de Londres o el Museo del Louvre francés, al que por cierto se accede precisamente por una hermosa pirámide de cristal. Por todo esto, no es de extrañar la empresa reivindicativa de Hawass, sabedor de lo que es el turismo para su país. Lo ha intentado incluso con piezas estrella, como el busto de Nefertiti del Ägyptische Museum de Berlín o la Piedra de Roseta del Museo londinense. Las reivindicaciones de Hawass han llegado incluso a provocar tensiones diplomáticas y a veces han seguido hasta la vía judicial, siempre empecinado en devolver todas las obras de arte “hurtadas”, para que terminen descansando en los templos y tumbas o en las repletas repisas de ese maravilloso Museo Egipcio del Cairo, que he tenido el privilegio de visitar en varias ocasiones.

Hawass, que se define como “el primer funerario de Egipto”, ha tenido su caída y auge, como los dioses egipcios. Después de rodearse de una imagen de mítico arqueólogo al estilo Howard Carter y a la vez de presentador de documentales del National Geographic Channel, se topó de bruces con el ansia reformista del pueblo egipcio. La revolución egipcia de 2011, fruto de la llamada “Primavera Árabe”, vino a derrocar el régimen opresor de Hosni Mubarak, lo que le vino a provocar graves problemas a Zahi. Su cercanía a Mubarak, su pretendida prepotencia y su enriquecimiento personal, con sus más que criticados contratos millonarios con las cadenas televisivas británicas y norteamericanas, y el supuesto trato de favor hacia Nacional Geographic, a la hora de grabar piezas tan importantes como el tesoro de Tutankamón, a cambio de supuestos “sobornos” de hasta 200.000 $, le llevaron a granjearse enemigos y problemas judiciales de toda índole, teniendo finalmente que abandonar el país y sus puestos como Ministro de Antigüedades y Secretario General del Consejo Supremo de Antigüedades en Egipto, así como el de Director de Excavaciones de los sitios arqueológicos de Giza, Saqqara y el Oasis Bahariya, entre otros.

Ahora, con el débil gobierno egipcio, los conatos de violencia social y una masiva espantada de turistas tras las revueltas, Zahi ha vuelto, cual ave fénix, al país de los faraones. Rememorando descubrimientos pasados, como los de la momia de la reina Hatshepsut en 2005, se ha embarcado de nuevo en muchos de los proyectos pendientes. Las investigaciones y las sorpresas están aseguradas de nuevo con este Indiana Jones egipcio, poseedor del don de la ubicuidad, lo mismo le podemos encontrar en el interior reformado de la pirámide escalonada de Zoser – que tras cinco mil años aún logra mantenerse en pie -, que buscando tumbas sin nombre, en el complejo de Saqqara o cerca de la Ciudad de los Muertos. Aún así, a pesar del entusiasmo, el problema principal sigue siendo el de siempre: la falta de financiación. La crisis e inestabilidad que sufre el país ha puesto en fuga al turismo internacional, que es la fuente principal de ingresos, cerrando negocios y paralizando excavaciones y proyectos en curso. Como dice Hawass, el gobierno egipcio ha gastado los exiguos fondos y ahora desvía el dinero de las excavaciones arqueológicas para la contratación de miles de graduados en historia y arqueología, que antes eran guías turísticos y hoy están en paro, en un movimiento desesperado por detener las protestas ciudadanas. 

El autor en el Templo de Ramses

 II en Abu Simbel, Nubia – Egipto.

Para hablar con propiedad de lugares y gentes, siempre será mejor verlo tu mismo, a que te lo cuenten. En las ocasiones que he podido visitar ese magnífico país, cuna de las civilizaciones, he sido testigo de una febril actividad prospectora a lo largo y ancho del país, en la que estaban embarcados cientos de arqueólogos como Zahi. Un arte milenario encuadrado en desérticos paisajes, tachonado de gigantescos monumentos que jalonan las fértiles orillas del Nilo: Los Colosos de Memnón, el Palacio de Hatshepsut, los Templos de Edfú, Luxor, Kom Ombo y Karnak, los cientos de hipogeos en el Valle de los Reyes, la Esfinge de Keops y las pirámides de Gizeh o el Templo de Ramses II en Abu Simbel… la lista es infinita. En cierta forma pienso que los faraones, el pueblo egipcio, consiguió ser al final inmortal a través de su profuso arte y arquitectura, a través del silencio de sus momias desecadas por el natrón. Aún así les confesaré, desde la experiencia y la observación humilde, que junto a la majestuosidad y la opulencia, siempre advertí la miseria y la desesperación en la mirada de aquellas gentes. La medida de lo que allí era tónica, uno lo podía atisbar simplemente observando a los niños hurgando en montones de basura o pidiendo caramelos y bolígrafos a los turistas; con las propinas obligatorias hasta en los retretes; cuando uno veía a aquellos caballos escuálidos y llenos de heridas abiertas, invadidas de moscas, montados por jinetes de rostros famélicos; o cuando la miseria crónica se escondía tras los tenderetes repletos de figuras de dioses olvidados, en el bullicioso mercado de  Khan El Khalili en el Cairo. En Egipto, los enigmas y las bellezas orientales, enterradas por las arenas, siempre han convivido con el desempleo crónico y el chabolismo improvisado, al lado de los caros hoteles de Alejandría, El Cairo, Hurgada o Sharm El Sheik. Para alguien que pisará aquellas tierras, y viera más allá de su cámara e ignorancia occidental, la “Primavera Árabe” era algo inevitable y hasta lógico, en un Egipto que se desangraba entre cascadas iridiscentes, postales de recuerdos y huertos de mangos. Todo era una cuestión de tiempo.

Fotografía del autor en el Templo de Ramses II

en Abu Simbel, Nubia – Egipto.

Recuerdo la imagen reverberante del Nilo, cruzado por miles de falucas, desde la atalaya del viejo Hotel Old Cataract, que antaño visitaron Rommel o Churchill. El mismo donde se hospedó Agatha Christie e inspiró sus novelas “Muerte en el Nilo” o “Asesinato en Mesopotamia”. Ese Nilo eterno y regenerador que todo lo preside, oasis en el desolado desierto, controlado antaño por el nilómetro de la Isla Elefantina y deificado por los antiguos egipcios, en el que navegaron tantas culturas a lo largo de los lustros, desde Alejandro Magno y Augusto hasta Napoleón. Todos los personajes históricos quedaron maravillados por el arte forjado en basalto de sus orillas, decorado con enigmáticas escrituras jeroglíficas. Les recomiendo, la verdad, que emulen a David Livingstone o Zahi Hawass – siempre que la economía y el tiempo se lo permitan -, y no dejen de visitar, al menos una vez en la vida, aquellos mágicos lugares, desde Alejandría a Aswan, desde Siwa a Sharm El Sheik. La experiencia merece la pena, después de todo, es lo que nos llevamos de esta vida, condicionada permanentemente por crisis económicas o de identidad, y por terceros, que además suelen valer menos que nosotros.

Visitar Egipto es sumergirse en los orígenes de nuestra Historia, aunque no deben jamás olvidar que hoy aquella cultura se debate entre la revolución democrática y el fantasma de la guerra civil. Zahi, como embajador simbólico de una de las culturas más antiguas del planeta, se enfrenta junto a sus compatriotas, a un futuro incierto. Se tendrán que romper tradiciones y totalitarismos atávicos, y luchar contra el integrismo musulmán y las confesiones religiosas, para que pueda al final brotar la deseada “Primavera Árabe”. Mientras, habrá que recomponer el desmembrado cuerpo de Horus, desperdigado por un vasto territorio, y librar quizá batallas políticas y sociales más cruentas que las que libró Ramses II en Kadesh. Aún así, tras una larga travesía del desierto, esperemos por el bien de los egipcios, y por nosotros mismos, que Egipto continúe haciendo Historia, y después de todo, siga siendo Egipto.

…“Porque yo Sinuhé, soy un hombre, y como tal he vivido en todos los que han existido antes que yo y viviré en todos los que existan después de mí. Viviré en las risas y en las lágrimas de los hombres, en sus pesares y en sus temores, en su bondad y en su maldad, en su debilidad y su fuerza. Como hombre, viviré eternamente en el hombre, y por esta razón, no necesito ofrendas sobre mi tumba ni inmortalidad para mi nombre”… .

– Sinuhé, el Egipcio 1945 – Mika Toimi Waltari, escritor ( 1908 – 1979 ).

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