Camino de la Timocracia

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Ángel Tomás Herrera | Licenciado en Derecho

Existen diferentes formas de gobierno: democracia, monarquía, oligarquía, tecnocracia, aristocracia, partitocracia, plutocracia, anarquía, pantocracia, tiranía… existen tantas maneras de gobernar, como formas de pensar y actuar. El deseo de gobernar o adquirir poder, esa “cracia”, que en forma de sufijo tilda las diferentes formas de impelir la “fuerza” o “dominio” sobre los demás, es característica de nuestra voluntad humana. La ambición sin límites sigue subyaciendo en ese Leviatán de Thomas Hobbes, ese monstruo creado, carente de sentimientos y libertades, trufado de banalidades e intereses.

Los nuevos tiempos no dejan de rememorar el atávico eco que retumba en nuestros corazones. Las viejas formas de actuar, las diferentes teorías filosóficas que alumbraron ideas felices y esperpentos apocalípticos, se modernizan con las nuevas tecnologías del esclavismo globalizado. Se supone que vivimos en una democracia, en una sociedad de oportunidades y libertades, de crecimiento y división de poderes, pero la crisis que vivimos, la corruptela institucional y moral, nos han abierto los ojos. Estamos huérfanos de verdades, ya no sabemos quien nos gobierna y bajo que forma ignominiosa. Nadie sabe dar respuesta a un pueblo llano, que sólo sabe sufrir en silencio, subyugado por los recortes públicos y sociales, por el derrumbe del pilar de los derechos más fundamentales.

Como decía Nietzsche, “A veces la gente no quiere escuchar la verdad porque no quiere que sus ilusiones se vean destruidas ”, y aquí, en nuestra querida España, se vive más de ilusiones y mentiras reconfortables, que de las verdades incómodas nacidas de la palpitante actualidad. Cuando Platón nos habló en su “Republica” sobre las formas de gobierno, comenzó primero por aquélla que se basaba o encarnaba la más pura ambición, es decir, la timocracia. Una timocracia que derivaría de la degradación de la aristocracia, de la corrupción generalizada de los gobernantes, a medio camino entre la democracia en descomposición – como forma ideal de gobierno – y la tiranía emergente.

En nuestra dañada democracia y monarquía parlamentaria, lo único que apuesta por el continuismo aforado es la corona, lo demás, está depauperado. El parlamentarismo sólo hace dar pátinas de normalidad a una democracia que se encuentra prostituida y camino de la timocracia, sino de otros regímenes más totalitarios. La disculpa del déficit público, el desempleo y la crisis socio económica han servido a los gobiernos conservadores para rebajar los derechos hasta el tuétano y atacar los cimientos de un Estado de Bienestar, que ya sólo pervive en los libros de la historia del Derecho.

Estos ajustes y rescates que sólo pagan los trabajadores, los más débiles de la sociedad, están redefiniendo las clases sociales, cambiando la sociedad hasta puntos insospechados, con la misma rapidez que crecen las cuentas corrientes de los nuevos millonarios. Ello nos lleva a que al final terminen gobernando o mandando – si así lo prefieren – los que tienen mayor renta, es decir, que al final lo que tenemos sobre la mesa es la timocracia de Platón, eso sí, modernizada y refinada al gusto del G 8 o el FMI. La misma sobre la que también teorizó Sócrates, Plutarco o Solón, la misma que degenera en tiranías y totalitarismo de todo pelo y color. Una forma hipócrita de gobierno que prioriza el poder unilateral y el timo electoral por encima de las necesidades reales y sociales; que provoca opresión sostenida en el tiempo, que es hija de las promesas incumplidas y las mentiras calladas. Que razón llevaba Robert Louis Stevenson: “ Las mentiras más crueles son dichas en silencio”.

La forma de gobernar y la catadura política, tienen un inevitable reflejo en la sociedad. Un reflejo que nos devuelva la cara más amarga de la desesperación y la miseria, de la inoperancia más absoluta. Nadie creyó verse así, nadie podría pensar que derivaríamos a un hibrido de timocracia – partitocracia, que no cesa de reírse en nuestras caras y pretende cambiarlo todo para que nada cambie. La tiranía no anda cerca de este camino de timoratos de lengua fácil e injusticias, que laceran carnes y vidas. La mentira descarada no simula que su mano lo toca todo, mientras que el poder y la riqueza crecen en las manos de los pocos de siempre. No existe un claro futuro económico, como tampoco alternativas renovadoras que nos saquen de este lodazal, en el que “la peor forma de injusticia es la justicia simulada”- como diría Platón. Con tanta oligarquía dentro de los partidos y tanta timocracia institucionalizada, con tanto tirano pueblerino y tarugo genocida, cada vez – la verdad – a uno le cuesta más creer en el sistema y los principios, aunque eso sí, en lo poco que uno cree siempre procura creer con más fuerza y convicción.

Hay que buscar soluciones antes que los problemas nos terminen por asfixiar. La deriva de la timocracia, hermana de la demagogia y asesina de la utopía, siembra reinos de Taifas gobernados por miserables caudillos, embajadores de la doctrina a implantar – y ejemplos muy cercanos tenemos. Como nos recuerda Juan José Téllez, en la propaganda del Partido Comunista de España en las primeras elecciones municipales de la democracia de 1979, rezaba el siguiente eslogan: “Quita un Cacique, pon un Alcalde”. Hoy habría que recorrer el camino inverso. Después de las leyes injustas y a la carta de los populares, tendríamos que limpiar mucha basura y coser muchos rotos. Quitar caciques para poner auténticos alcaldes, desandar lo andado para implantar más Zalameas de la Serena y menos Brunetes. En esas pequeñas o grandes cosas – como ustedes prefieran – es en lo que muchos estamos embarcados, porque España vuelva a progresar y crecer bajo el gobierno de todos, no de unos cuantos listos. Esta tarea de quitar parásitos y caciques sistémicos se antoja complicada, pero es lo único que puede cerrar este aciago ciclo para empoderar al pueblo, deseoso de volver al camino del progreso y la razón, aquél que estaba sembrado de flores, dignidad y auténtica democracia, esa que votamos y nos han robado.

“Cuando atrasamos la cosecha, los frutos se pudren, pero cuando atrasamos los problemas, no paran de crecer.” – Paulo Coelho.

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