Cucarrete

Con motivo de las I jornadas culturales "Aldea de Cucarrete" organizadas por la asociación que lleva el mismo nombre, el investigador histórico Manuel Correro Calvente ofreció una conferencia en el hotel Montera de la localidad ante unos trescientos vecinos, procecentes y descendientes de Cucarrete. A continuación reproducimos el texto integro de su intervención

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Manuel Correro Calvente | Investigador histórico

Sr. Alcalde, Sras. y Sres. Concejales, Sr. Asesor de Patrimonio Histórico del Excmo. Ayuntamiento de Algeciras, Sr. Presidente de la Asociación “Aldea de Cucarrete” y miembros de su Junta Directiva, Sras. y Sres. buenos días.

En primer lugar quiero dedicar un recuerdo a la memoria de mi padre, José Correro Calvente, fallecido hace un mes.

Mi padre y su madre, mi abuela, Francisca Calvente, me transmitieron las costumbres, tradiciones, valores, sentimientos, y todos aquellos elementos que me vinculan a la sociedad de la que vengo, en parte, de una pequeña comunidad ubicada en los montes de Los Barrios, llamada Cucarrete.

Con estos dos apellidos Correro-Calvente en mi árbol genealógico, en estas Jornadas debería de haber comenzado con, buenos días queridos primos.

Cuando a comienzos del siglo XIX las tropas napoleónicas entraron en San Roque muchas familias decidieron abandonar la ciudad, entre ellos se encontraba una familia que vivía en la calle Sol, Francisco Correro López, su esposa, Manuela Rodríguez Arias y sus tres hijos Diego, Antonio y Francisco.

Francisco era uno de los cuatro hijos de Diego Correro que había venido de la Roda de Andalucía a mediados del siglo XVIII buscando fortuna a la sombra del Peñón de Gibraltar y se había casado con Catalina López Matheos descendiente de gibraltareños españoles, y de esta forma los Correro emparentamos con una de las familias de los primeros sanroqueños.

De este matrimonio descendemos todos los Correro del Campo de Gibraltar y la Comarca de la Janda.

Francisco y Manuela decidieron instalarse en los montes de Los Barrios concretamente en la zona de Cucarrete y allí nacieron el resto de sus hijos: José María, Juan, Manuel, María y Catalina.

Cuando sus hijos se fueron emancipando habitaron en lo que hoy conocemos como Murta y Cucarrete.

A 10 kilómetros del núcleo urbano de Los Barrios se encuentra Cucarrete en la Vía romana que une a Barbesula (localizada en la derecha de la desembocadura del río Guadiaro) con Lascuta (localizada en las cercanías de Alcalá de los Gazules), en 1991 en la revista Alimoche, Juan Luis González hablando de la toponimia histórica del Parque Natural de los Alcornocales, nos dice, que en la aldea de Cucarrete se habían encontrado restos de una villa romana y otros hallazgos que parecen demostrar que el poblamiento siguiera durante la época medieval, está claro que en el siglo XIV cuando Alfonso XI vino con su ejército desde Sevilla al Campo de Gibraltar para sus campañas del Estrecho pasó por Cucarrete.

Francisco Correro se instaló en esta zona con otras familias de la comarca que huían de la invasión napoleónica.

Un estudio detallado del libro de defunciones del Monasterio del Cuervo en Benalup-Casas Viejas y del libro de bautismo del monasterio de la Almoraima en Castellar de la Frontera nos permite conocer a los descendientes de los primeros pobladores de Cucarrete y Murta en la época moderna.

Francisco Correro López, perdió a su padre a la temprana edad de 14 años y se tuvo que hacer cargo de su madre y sus tres hermanos, a los 25 años se casó con Manuela Rodríguez Arias una muchacha huérfana de madre, cinco años menor que él, el amor de su vida, se conocían desde niño, y juntos dejan este mundo. Cuando él fallece a los 74 años, 15 días después muere Manuela estamos hablando de 1846.

Haremos un pequeño inciso en esta historia, recopilando hasta ahora lo dicho.

Recordemos que todos los Correro del Campo de Gibraltar y la Comarca de la Janda descienden de Diego Correro y Catalina López Matheos.

Todos los Correro de Cucarrete descienden de Francisco Correro López y todos los Correro de San Roque descienden de su hermano José, nacido en 1777 y casado en 1800 con Juana de Roxas Ortega. Es José quién compra la casa familiar de San Roque cuando Francisco marcha al campo buscando una vida mejor.

Volviendo a nuestros personajes. Nos va ha servir la historia de Francisco y Manuela para comprender a los primeros habitantes de Cucarrete.

Francisco y Manuela tuvieron ocho hijos:

Diego nació en 1798 y falleció en 1875 se casó tres veces y de las tres tuvo descendencia: Antonia Pérez Medrano, Antonia García Bravo e Isabel Rojas Gil.

Antonio nació en 1800.

Francisco nació en 1807 y en 1843 se casó con Juana García Nieto.

José María nació en 1812 y falleció en 1881 se casó en dos ocasiones con María Mena Rodríguez de la que tuvo descendencia y con María del Río Mañé de la que no tuvo descendencia.

Juan, nació en 1814 se casó con María Serrano Barea de la que tuvo descendencia.

Manuel.

María nació en 1824 y falleció soltera en 1844.

Catalina nació en 1831 y falleció en 1861 casada con Francisco de Salas.

A estas primeras familias campogibraltareñas se fueron agregando otras que venían de la serranía de Ronda, bien por el comercio del carbón como la familia Calvente o huyendo de la terrible sequía que a mediados del siglo XIX azotaba al campo.

La incautación de bienes de propiedad eclesiástica, señorial y municipal, conocida como la Desamortización, contribuyó a una importante transformación en las estructuras políticas, sociales y económicas de España.

Las familias de Cucarrete y entre ellas los Correro no fueron ajenas a esta transformación y pasaron de pelantrines, es decir, pequeños arrendatarios, cuya situación económica se basaba en la posesión de determinados medios técnicos de labranza (dos o tres yuntas) y cierto caudal de dinero para pagar el precio del arrendamiento a convertirse en propietarios de un pequeño terreno donde habitaban con su ganado y familia.

Los vecinos de Cucarrete compraron tierra especialmente en Murta. Recordemos que los municipios era económicamente autónomos, para autofinanciarse el municipio contaban con:

Los bienes comunales (montes, prados, bosques, ríos) que pertenecían a todos los vecinos y por tanto de nadie, servían para pastos, forrajes, leña y hasta a veces para pequeños cultivos, respetados por todos y.

Los bienes propios (tierras de mejor calidad, pero también rentas, molinos u otras fuentes de ingresos que pertenecían a la corporación municipal como persona jurídica. Las tierras generalmente estaban arrendadas y de estos ingresos fijos se mantenía la organización municipal con todos sus gastos y servicios.

Los decretos de marzo de 1835 y mayo de 1837 dictaron nuevas disposiciones para la venta de “Propios”. Conforme a dichas leyes en Los Barrios se instruyó un expediente sobre los Montes Propios de Murta el 17 de noviembre de 1854 concluyéndose el 12 de abril de 1869. En dicho expediente se incluyen las tierras repartidas desde 1829 a 1854.

Se repartieron 633 fanegas de tierras de labor, divididas en 55 suertes entre 31 agraciados.

La suerte nº 40 fue reservada para tierra de premio patriótico.

José González de la Vega, alcalde de Los Barrios desde 1836 hasta 1838, compró 101 fanegas.

La desamortización municipal perjudicó especialmente a los campesinos pobres puesto que la venta de Propios y Comunes impidió que siguieran disfrutando de estos bienes colectivos.

En Los Barrios se vio reducida las tierras comunales de 35.000 hectáreas a principios del siglo XIX a sólo 9.000 en 1863, es decir, en menos de 60 años el municipio de Los Barrios privatizó (por utilizar una palabra actual) 26.000 hectáreas.

Este reparto lo tengo minuciosamente estudiado y dará lugar a dos trabajos de mayor envergadura uno sobre la Desamortización y sus efectos en el campesinado de Los Barrios y otro sobre la propiedad de la tierra en Los Barrios.

A último del siglo XIX buena parte de estas tierras fueron compradas por Isidoro de Hoyo y de la Torre, casado con Isabel Vinet O`Neill, marquesa de Hoyos.

La aventura de la Desamortización no varió el Latifundismo centro-sur y el minifundismo norte-noroeste. Subsistió el problema de los campesinos sin tierra en el Sur, facilitando el acceso a más tierras a los grandes terratenientes.

Sin entrar en detalle de los beneficiarios encontramos a varios hijos de Francisco Correro, y apellidos como: Castro, Carrasco, Castillo, Avilés, De Mena, Rodríguez o Salas.

El estudio de los testamentos me ha permitido saber el impacto económico que tuvo la desamortización en las familias. En un primer momento la acumulación de bienes y más tarde la división de estos por la gran cantidad de descendencia, por ejemplo, en el caso de Diego Correro Rodríguez hijo de Francisco y Manuela tuvo 17 hijos.

Mientras esto ocurría a niveles socio-económico el núcleo de Cucarrete se fue convirtiendo en el centro neurálgico de la zona (Murta, la Polvorilla, Las Navas, la Teja, Guanazul, etc…,) tenían a la aldea de Cucarrete como referencia en las actividades sociales.

Al acercarnos a la realidad del asentamiento poblacional de Cucarrete descubrimos que las relaciones interpersonales están basadas en emociones y sentimientos unidos por lazo de sangre. Cargada de tradiciones, historias e identidad propia con un fuerte sentido de pertenencia del grupo.

Dice Platón que el hombre es un ser eminentemente social que necesita de la ayuda de otros de su especie para la solución de sus problemas y la satisfacción en general de sus necesidades, y este pensamiento queda muy bien reflejado en Cucarrete donde la vida social es primordial y el grupo arropa al que tiene un problema soportando bien los cambios sociales y económicos por los que pasa el país.

Lógicamente como todo grupo humano tiene sus tensiones y la capacidad económica de cada miembro es diferente, pero el grupo no abandona a los más desfavorecidos.

Estoy estudiando varias comunidades que se crearon en el Campo de Gibraltar a lo largo del siglo XIX y principios de XX basadas en vinculaciones económicas o ideológicas y la realidad es que la única que ha sobrevivido es esta con vinculación de sangre.

La vivienda en Cucarrete es la vivienda de obra, de planta generalmente rectangular, con muros bajos de piedras de areniscas unidas con una ligera argamasa de barro o simplemente superpuestas, el suelo generalmente de roca caliza o arenisca trabajada. La estructura de techumbre, de madera de aliso, quejigo o eucalipto, la constituye una larga viga (llamada cumbrera) que sustenta las vigas secundarias (llamadas costillas) que encajan en el muro y en la viga cumbrera. La techumbre de brezos cocidos con toniza o alambres. A veces, entre el esqueleto de vigas y el brezo se colocaban panas de corcho como aislante, más tarde las chapas de uralitas cubiertas de brezo amortiguan el calor.

Permítanme esta pequeña reflexión sin pretender entrar en ninguna disputa filosófica. El reencuentro con Cucarrete me ha demostrado que la vida nos parece lineal, creemos que estamos en un continuo progreso o retroceso cuando en realidad es cíclica, no avanzamos hacía un lugar sino nos volvemos a encontrar con el lugar de nuestros abuelos y nuestros padres y como dice el poema de Constantino Cavafis “Viaje a Ítaca” lo importante es el camino y lo que aprendamos mientras lo recorremos.

Y en este camino donde mi abuelo vivía en mi padre y hoy los dos viven en mí, que en realidad se convierte en una vuelta al terruño en esta mañana de octubre en pleno veranillo del membrillo que abarca, como ustedes sabéis desde San Miguel el 29 de septiembre hasta San Martin el 11 de noviembre y alguna tormenta ha refrescado el ambiente, en Cucarrete, donde todas las señales indican que ha comenzado un nuevo ciclo agrícola-ganadero, la oscuridad prematura de la tarde, la caída de la hoja y el viento frío de la noche.

Una vez terminados los trabajos fatigosos del verano (la siega, y la recolección), cuando toca el arreglo de los aperos de labranza, levantar portillos de cercas de piedras, dañado por los cochinos en los meses de libertad.

Todavía queda en el ambiente recuerdo de San Miguel la fiesta grande de Cucarrete donde mis abuelos eran aficionado a asistir para visitar a sus primos, carrera de cintas a caballo, comida, fiesta, baile y sobre todo chacarrá en el ventorrillo de la belica cuyo bazar instalado en un hueco de la pared se veían botellas de anís dulce, aguardiente y vino en las mesas fiambre, queso y pan moreno, y siempre en la chimenea la cafetera, en las sillas de neas las mujeres con las mejores galas y el baile el “fandango agarrao” o “fandango cucarreteño” dejado en herencia por los cucarreteños al mundo.

El corazón de la Virgen

Es una bonita flor.

Las niñas de Cucarrete

Todas sus hojitas son.

Si vas a Cucarrete de fiesta

Ponte la ropa con arte

Que hay unas niñas

Que cortan mejor que el sastre

Cuando sales a bailar

Con ese arte y salero

Una campana de plata

Dejas pintada en el suelo.

Si algo distingue a los cucarreteños es su carácter acogedor y hospitalario y de ello puedo dar fe, mi agradecimiento más sincero a Juan Miguel Rojas Correro y Eduardo Rojas Villena, también quiero dar mi agradecimiento a Lolo Marchante, a Jesús Borillo, Manuel Márquez, Juan Luis Correro, Ana María Correro, Luis Calvente, Inés Correro, Ramona Saavedra, Benito Muñoz, Andrés Correro, Diego García, Francisco Correro y a todos los que me han abierto las puertas de sus casas y sus vidas.

Gracias.

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